MADRID, 21 (OTR/PRESS)
Decía Chavela Vargas que las mujeres con pasado y los hombres con futuro, eran las personas más interesantes. Que Rosa Díez y Albert Rivera hayan fracasado en el proyecto de alianza entre sus respectivos partidos (UPyD y Ciudadanos) esparce por el aire el aroma de la melancolía política. Añoranza de haber sido privados de la esperanza de contar con una fuerza democrática defensora de la unidad de España, constitucionalista, laica y decidida de acabar con la impunidad que ha transformado la corrupción en el titular recurrente de la crónica política de los últimos años. El fracaso del pacto entre estas dos organizaciones que por separado parecen destinadas a seguir en sus actuales proporciones bonsái, evidencia que en España, incluso entre gentes razonables, prima el personalismo. La bulimia de los egos. Aunque en el sustrato más íntimo de UPyD alienta el espíritu lúcido, volteriano, de Fernando Savater, en la travesía del desierto, lo que hoy es el partido se debe al trabajo político tenaz, empecinado incluso, de Rosa Díez. Terca como ella sola, pero valiente y rompedora. Sus raíces socialistas y más concretamente del PSOE vasco, han forjado esa personalidad coriácea. Para lo bueno y para lo malo. En un plano diferente, por razones de edad y de fecha de botadura política, también Ciudadanos («Ciutadans» por su singladura inicial en Cataluña) le debe casi todo a la imagen de Albert Rivera, un líder joven forjado políticamente en el molde constitucionalista de Francesc de Carreras y curtido en la batalla contra los nacionalistas (hoy, ya abiertamente secesionistas) que casi todo lo controlan en Cataluña.
En política, como en el resto de las actividades de la vida, el carácter marca el destino. Para el caso, la personalidad. Díez y Rivera son dos personalidades fuertes, acostumbrados a mandar. Desde fuera, cualquier observador apreciaría que la suma de los dos partidos podría forjar una «tercera vía» capaz de ofrecer a los votantes una alternativa a los partidos tradicionalmente mayoritarios (PP y PSOE) y al emergente fantasma populista de Podemos. A juzgar por las explicaciones que han dado para aclarar el porqué del fracaso en el intento de pactar (desigual implantación en el ámbito estatal y reticencias respecto de algunas agrupaciones de Ciudadanos fuera de Cataluña), todo hace pensar que en UPyD han rescatado el folio que le sirvió a Rosa Díez para despachar a Sosa Wagner y que Rivera se veía ya al frente de la nave con tripulación reforzada. Visto el panorama nacional, juntos, quizá podían haber saltado a la cancha de los leones. Pero el resultado es que se quedan en el reino de los ratones. De ahí la melancolía, política, del caso.