MADRID, 27 (OTR/PRESS)
La semana nos deja dos historias nada ejemplares. Han vuelto los desahucios. Lo correcto sería decir que nunca se habían interrumpido. Lo que ocurría es que los lanzamientos no tenían cronistas ni fotógrafos. Faltaban los testigos de una práctica que será todo lo legal que se quiera pero que en no pocos casos es inmoral. Tan inmoral que así que trasciende alguno particularmente ulcerante, como el de Carmen Martínez, la anciana de Vallecas que se quedó sin casa porque su hijo la había entregado como aval a un prestamista cuyo «modus operandi» evoca las practicas propios de los usureros, los políticos volvieron a notar que se encendían las alarmas. Así que trascendió la noticia y un calambrazo de indignación recorrió las redes sociales generando inopinados apoyos (el Rayo Vallecano se ofreció a buscarla una casa y pagar el alquiler), a las autoridades les faltó tiempo para comparecer. Llegaban tarde, pero intentaban salvar la cara con declaraciones en los telediarios.
A raíz de ese caso quienes no somos expertos en leyes descubrimos una verdad amarga: en España la usura no es delito. Una ley de 1995 se encargó de «modernizar» las disposiciones anteriores que sí permitían encorchetar a los discípulos de Mr. Scrooge. Lo que sí sabemos es que en cuanto cede la actualidad de un caso concreto, se apagan los focos y los periodistas se van con las cámaras a otra parte, todo vuelve a ser como antes. Los políticos vuelven a su torre de marfil. Como prueba, la indiferencia atroz que delata la foto del Senado el pasado martes en la sesión de control en la que el senador socialista Juan Manuel Fernández interpelaba al ministro Luis de Guindos precisamente sobre los desahucios y la protección a los deudores hipotecarios. Una Cámara casi vacía. ¿Cuántos desahucios se podrían parar con los 51.741.830 millones de euros que tiene de presupuesto el Senado? Unos cuantos, sin duda. No estoy diciendo que el Senado deba desaparecer. Lo que escribo que duele ver ese hemiciclo prácticamente vacío. Preguntarse cosas como esta no es caer en la demagogia, es solo un intento de desahogar la melancolía que genera semejante conducta parlamentaria. No ignoro que entre los 266 senadores que componen la Cámara los hay que rara vez faltan a su cita en la Plaza de la Marina Española de Madrid, pero a la vista del comportamiento de la mayoría será difícil que la probidad de los menos pueda compensar el pasotismo de los más. Quienes tratan de buscar excusas capaces de justificar tan reiterado absentismo debería pensar qué una foto como la de la tarde del pasado martes cuando en el Senado se hablaba de desahucios le da más votos a Podemos que todos los discursos de Pablo Iglesias. Al tiempo.