MADRID, 29 (OTR/PRESS)
Confieso mi error de apreciación. Cuando Podemos logró cinco escaños para el Parlamento Europeo fue una auténtica sorpresa. Precisamente por lo inesperado del resultado, pensé que tenía mucho de desahogo y que como tradicionalmente estas elecciones son consideradas «gratis» pensé que aunque habían llegado para quedarse, reconozco que nunca creí que en los meses sucesivos las encuestas fueran a deparar los datos que nos han deparado. Las encuestas indican tendencia y la tendencia sostenida es que el partido de Pablo Iglesias ha roto el tradicional duelo a dos. En las próximas generales, el duelo será a tres y esto, en sí mismo, es una novedad a la que no estábamos acostumbrados.
Dejo a los economistas que opinen sobre las propuestas económicas que poco a poco va desgranando Podemos. Nos quedan por ver más y veremos también como, poco a poco, el Podemos que concurra a las generales se va a parecer poco al Podemos que acudió a las europeas y es más que probable que esta transmutación no conlleve frustración alguna a sus seguidores más fieles.
En política ocurre que la propia suerte depende también de la suerte ajena. En este caso de la suerte de los dos grandes partidos. Está en manos del Partido Popular el recuperar la confianza perdida, o mejor dicho, recuperar a buena parte de los que le votaron y hoy están en casa, callados, quietos y en muchos casos vergonzantes. Esta más de moda, es más cómodo contestar que se va a votar a Podemos que al PP. Y ahí está el reto del partido en el Gobierno sabiendo que ningún milagro haría posible que repitiera resultados. La mayoría con la que hoy gobierna Mariano Rajoy es absolutamente irrepetible pero no debería ser imposible recuperar parte del terreno perdido.
La otra gran pata es el PSOE. La tarea de Pedro Sánchez no es menor que la del PP. El nuevo secretario general quiere un nuevo PSOE y para ello y al menos de momento, lleva a su partido de sorpresa en sorpresa en medio de la sonrisa de Zapatero y el espeso silencio de la llamada «vieja guardia». Al PSOE no le basta con ralentizar la caída. O sube o se ve abocado a una intensa terapia de grupo. O sube o la izquierda española se verá colonizada por Podemos porque Izquierda Unida, sí o sí, acabara pactando con Pablo Iglesias si quiere tocar una pizca de poder.
Utilizar el discurso del miedo no va a ningún sitio y menos cuando el descreimiento ha hecha do raíces en la sociedad española. Quienes se muestran dispuestos a votar a Podemos no van a desistir de hacerlo porque se hable de Venezuela o de Irán. El desestimiento de este potencial votó sólo se podrá producir si los dos grandes partidos son capaces de movilizar a los suyos propios, sin son capaces de atraer a los descreídos , si ofrecen certezas. Si esto no ocurre, serán ellos y no sólo el «acierto» de Podemos los que propicien que Pablo Iglesias pueda llegar a ser algo más, mucho más, que una tendencia.