Antonio Casado – El deber de ser optimista.


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

El presidente del Gobierno ha declarado que la crisis económica es agua pasada. Ante un público de empresarios, Rajoy ofrece la recuperación a los españoles como un regalo de Navidad. «Las primeras Navidades de la recuperación», sostiene. Gramsci lo llamaría optimismo de la voluntad, contra los vientos y las mareas de quienes abrazan al pesimismo de la inteligencia. Y no tanto la emocional sino la que se alimenta de gráficos, números, sondeos, estadísticas e informes nacionales e internacionales.
No reprobemos el optimismo de Rajoy. Lo necesitamos como el pan de cada día, como el que exigimos trece veces por minuto (Celaya, en la memoria). Si el presidente no lo ventea, tanto peor. Lógico. Le pagan para eso, es parte de su tarea, qué menos que agarrarse como un clavo ardiendo al dinero barato, la bajada del precio del petróleo, la devaluación del euro y el alivio fiscal que van a experimentar las familias (menos retenciones, exención para rentas menores de 12.000 euros), para presumir de crecimiento aventajado en Europa y más empleo.
Más difícil se hace compartir el optimismo de Rajoy en lo que se refiere a la estabilidad política como garantía de una recuperación sana. Ni en lo pasado, ya con señales del seísmo electoral que se avecina, ni en un futuro de probable confirmación del seísmo. Me refiero a una orografía electoral de tres picos, como el sombrero de Pedro Antonio de Alarcón. Las últimas encuestas apuntan una ligera subida del PSOE, asentamiento de Podemos y alarmante desplome del PP. Solo se refirió Rajoy al segundo de estos tres heraldos del seísmo, para afear la conducta de los empresarios que prestan una excesiva cobertura mediática a quienes gobiernan la maquinaria electoral de Podemos.
Tampoco olvidó el conflicto catalán, del que se limitó a recalificar como «ensoñación decimonónica». No se refirió, en cambio, al sector de los propios independentistas recelosos con la hora de ruta del president, Artur Mas. No tanto porque hayan dejado de serlo (siguen diciendo en las encuestas que Cataluña estaría mejor fuera España), sino porque empiezan a reparar en la dureza del camino a recorrer, sobre todo por la previsible espantadas de los inversores y el temor de que la economía de Cataluña sufra daños irreversibles en el intento.
En esas estamos cuando crece la expectación ante una comparecencia pública de Mariano Rajoy en Cataluña después de las Navidades, cuya novedad es que ya no sería un acto del PP o dirigido solo a votantes del PP, sino concertado con organizaciones de la sociedad civil. Al mismo tiempo se movilizan los empresarios que no comparten la propuesta independentista y, en el terreno estrictamente político, vuelve a alzar la voz Durán i Lleida, socio de Mas, pidiendo a éste que agote la legislatura, saque adelante los presupuestos con los votos del PSC (Iceta se los ha ofrecido) y empiece a gobernar para todos los catalanes, no solo para los nacionalistas.

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