Carlos Carnicero – Qué hacemos frente a la Yihad.


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

París ofreció ayer una imagen inédita. El presidente de Francia, los primeros ministros de España y el Reino Unido y la canciller Angela Mérkel, entre otras personalidades políticas, encabezaron una manifestación de más de un millón de personas en repulsa de los actos terroristas que acabaron con la vida de diecisiete personas en Francia en los últimos días

Antes, ministros de interior de la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá, celebraron una reunión para simbolizar la unidad internacional contra el terrorismo y para renovar compromisos de intercambio de información en la lucha contra la Yihad.
Según estimaciones del departamento de Estado (USA) en la Unión Europea viven en la actualidad catorce millones de musulmanes. Los países con mayor concentración son sin duda el Reino Unido, Francia y Alemania. Y también en España

Una de las características principales de esta inmigración es la conservación de sus religión y sus costumbres. Hay una tendencia dominante, también en España, de permitir la construcción de hemisferios propios en donde rigen las formas de vida del Islam que en muchos casos dificultan la integración. Y pretenden también sortear la legalidad de los países de acogida en todo aquello que colisiona con las formas de vida y las creencias de su religión.
Las migraciones masivas han permitido establecer esos reductos en medio de las sociedades occidentales en donde el Islam pretende establecer una sociedad al margen de la de los países de acogida.
Naturalmente que la mayoría de los musulmanes son pacíficos y empiezan a sufrir, como daño colateral, tendencias islamofóbicas que consideran que la sola presencia de estas comunidades es una amenaza para los países europeos.
Las comunidades musulmanas han servido para que los grupos extremistas se sumerjan en ellas y al mismo tiempo son un laboratorio donde las experiencias radicales y el adoctrinamientos ha estado impermeable e los servicios de inteligencia durante muchos años.
Todo cambio rápidamente después del 11-S. Los servicios de inteligencia occidentales establecieron niveles de coordinación que poco a poco dificultaron los métodos tradicionales de organización de Al Qaeda. La organización terrorista se encapsuló en una red sin conexiones directas entre las bases y la dirección. Aparecieron los lobos solitarios y los servicios de inteligencia consiguieron tener controladas las comunicaciones con Internet. Las amenazas eran más invisibles.
La instauración del Califato ha establecido una competencia entre el Estado Islámico, con organización territorial y económica, y los antiguos dirigentes de Al Qaeda.
La guerra civil en Siria, la caída del régimen libio y la situación de Irak han revertido la amenaza que desde esos feudos organiza sus ataques a occidente. Los voluntarios yihadistas procedentes de países como Reino Unido, Francia y España permiten viajes de ida y vuelta de estos fanáticos entrenados en la guerra y con preparación para llevar adelante atentados como los ocurridos den Francia.
La nueva situación demanda nuevas formas de lucha y de control dentro de las estructuras de las comunidades musulmanas europeas.
Europa es y ha sido un universo de tolerancia frente a estas migraciones. Se les ha acogido y se creído en procesos multiculturales en donde criterios ambiguos sobre el cumplimiento de la ley y las formas de vida de los llegados han permitido el establecimiento de comunidades encapsuladas dentro de los países de acogida.
Hay que revisar, sin duda, que el cumplimiento de la ley y la defensa de los derechos humanos fundamentales no son ni deben ser negociables. Sí a la diferencia, pero sin ceder un ápice al cumplimiento de derechos y obligaciones, por encima de lo que las costumbres del Islam establecen en otras sociedades y muy en concreto a la discriminación de la mujer.
La primera exigencia debe ser que las comunidades musulmanes encabecen la protesta contra las prácticas yihadistas que asesinan en nombre de una religión cuyos practicantes deber ser los primeros en repudiar la barbarie.
Libia es un estado fallido, gobernado por señores de la guerra en donde muchas veces recalan los voluntarios a luchas en la guerra de Siria y en los conflictos de Irak.
Debe cambiarse la legislación para que los nacionalizados europeos que viajan a luchar con la Yihad pierdan sus derechos de nacionalidad y no puedan volver a los países europeos de donde partieron.
Frente a cualquier intento de diálogo, la solución primera del Estado Islámico debe ser militar. Es un peligro para Europa, pero también una obligación de defensa para las minorías que persiguen.
Esta doble vía, política y militar/policial, tiene que impedir que los yihadistas encuentren acomodo en las colectividades musulmanas europeas y un seguimiento eficaz de los núcleos radicales que son captados para las prácticas terroristas.
Lo ocurrido en Francia tiene el peligro de contagio. Puede producir un efecto llamada para que comandos preparados militarmente intenten reproducir el terror en otros países europeos.
Nos encontramos en una nueva fase de la amenaza terrorista que nos obliga a mantener el binomio entre seguridad y legalidad con una eficacia que los servicios de inteligencia deben renovar.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído