Siete días trepidantes – No, el «tsunami» no ha llegado al PP (todavía).


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Menuda semanita de agitación política. No voy a reproducir aquí, porque está demasiado repetido, lo vivido y seguido en la contienda interna en el PSOE -no solamente en el de Madrid–, que me parece que ha sido ganada por goleada por el secretario general, Pedro Sánchez. Ahora, los enemigos -enemigos, sí- que se dicen correligionarios saben una cosa: el secretario general tiene «temibilitá». Es capaz de dar un golpe muy sonoro sobre la mesa y no se le altera un pelo del «look Tsipras» que ahora cultiva. Y la presidenta andaluza, Susana Díaz, lo mismo que algún que otro «barón» regional, parece haber entendido el mensaje: hay que dejar que las fuerzas incógnitas que marcan el panorama electoral actúen, para bien o para mal, con el PSOE de Sánchez. Que, ya digo, me parece que ha hecho un cambio afortunado de Tomás Gómez por Angel Gabilondo. Lo quel desde luego, no le garantiza fáciles victorias, ni mucho menos.
En el mundo de la izquierda sigue el bullicio: a veces, tengo la impresión de que hasta da pereza seguirlo informativamente, de puro fluido. En el centro, moderé hace tres días un debate con Albert Rivera, el líder de la emergente «Ciudadanos», constatando que aún no parecen tener siquiera un candidito/a notable para competir en Madrid, centro de todas las batallas. Su rival por la hegemonía del centro, Rosa Díez, ya tiene a los aspirantes nominados, pero creo que son muy pocos los comentaristas políticos capaces de citar sus nombres. Y en la derecha…
Bueno, lo cierto es que en la derecha también pasas cosas, aunque se note poco. Los jueces y fiscales siguen, dicen en el PP, actuando «contra» el partido gobernante -como Alaya lo hace en Andalucía contra el PSOE, dicen los socialistas–, haciendo que decisiones tan espectaculares como pedir cárcel para buena parte del equipo de Camps por sus «amaños electorales»… precisamente ahora que falta mes y medio para las elecciones andaluzas y tres y medio para las autonómicas y municipales. O pedir ochocientos millones de fianza a los responsables de la salida a bolsa de Bankia, con el ex vicepresidente Rato a la cabeza.
Pero Rajoy, diga lo que diga Tsipras tras el desencuentro de ambos en la «cumbre» europea del pasado jueves, no se pone nervioso. Nunca he conocido a personaje aparentemente más flemático. Ya ha designado a algunos candidatos para las elecciones de mayo, que son exactamente los mismos que anteriormente estaban allí, incluyendo al castellano-leonés Juan Vicente Herrera, que lleva dos años diciendo a quien quiera oírle y no lleve micrófonos que desea retirarse. Pues no se retira, no. El «tsunami» de los partidos no ha llegado a las playas del PP. Al menos, por ahora.
¿Se mostrará Rajoy tan conservador a la hora de entrar en la «batalla de Madrid»? En las próximas horas, dicen, se desvelará el secreto mejor guardado del mundo: quién será el candidato/a a la alcaldía de Madrid, que es el bastión clave, el que dirá si las elecciones municipales y autonómicas las ha ganado el PP o el PSOE, cuánta fuerza tiene la izquierda emergente y si de veras existe o no un centro digno de tal nombre. Hay, constato, muchos nervios en el partido gobernante: incluso un «lobby» quiere llevar a la candidatura municipal nada menos que a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, contestada por algunos círculos minoritarios en el Gobierno. Y, claro, la «lideresa» del PP madrileño, Esperanza Aguirre, cada día más polémica incluso en algunas intervenciones televisivas «pactadas», sigue ahí, al acecho y en espera de que Rajoy claudique y se trague el sapo de tener que designarla (adjudicará este muy personal decisión a un fantasmal «comité electoral») aspirante al sillón municipal de la Villa y Corte. O cristina Cifuentes, o*aunque no se note demasiado, y esta discreción es gran virtud en estos momentos, el patio también anda bastante revuelto en el PP. En el madrileño, en la valenciano, en el andaluz -donde Moreno Bonilla está haciendo una muy buena campaña, por cierto–, en el balear, en el catalán, en el vasco, en el cántabro…
No es un tsunami, claro que no. No, al menos, en el sentido en el que lo han vivido el PSOE, IU o UPyD, por ejemplo. Pero sí que hay oleaje en el PP, precisamente ahora, cuando se barajan, antes de su inmediato anuncio, los nombres. Yo creo que a Rajoy no le disgusta esta brisa, cuando él sabe que domina perfectamente el timón. Es un experto capitán del barco; pero no es un estadista, porque no está anticipando la llegada de posibles maremotos. Y es que, claro, nunca se ha visto una cosa semejante en las apacibles aguas de las rías gallegas. Lo que ocurre es que los tiempos cambian, y un día de estos, hasta en las Rias Baixas acabará hundiéndose una mejillonera.

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