Fermín Bocos – El factor humano


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

La ciencia avanza, pero el hombre sigue siendo la medida de todas las cosas. Las buenas y las malas. Andreas Lubitz, el copiloto de Germanwins que según el fiscal de Marsella, Brice Robin, estrelló deliberadamente el avión en el que viajaban otras 149 personas pasará a los anales de la criminología en el apartado de los enigmas psiquiátricos. Es pronto para saber si estaba atravesando un período de depresión (tenía antecedentes en ése registro) o, si, por el contrario, dada la fijación con la que se había planteado alcanzar el título de piloto -compañeros de estudios le describen obsesionado por lograrlo-, era un individuo mentalmente desequilibrado. Ejemplos hay en la Historia de personalidades obsesivas que confunden la realidad con sus ensoñaciones. Por no hablar de personalidades narcisistas aquejadas de erostratismo, manía enajenante que lleva a cometer acciones extremas con el fin de adquirir notoriedad. Como la de aquél pastor cario, Eróstrato, que quemó el templo de Artemisa en Efeso para dejar una huella perenne (y trágica) de su paso por este mundo. Son individuos en constante búsqueda de fama. No sabemos sí era el caso de Lubitz -en realidad sabemos poco de la personalidad de éste sujeto al que según el decir del fiscal de Marsella se le pueden atribuir 149 homicidios premeditados-. Como espectadores sobrecogidos por la magnitud del crimen es poco lo que sabemos, pero solivianta que esa misma ignorancia acerca de la personalidad de éste individuo la comparta la compañía Lufthansa, empresa en la que prestaba servicio como piloto y qué tenía -y tiene- la obligación de extremar los controles de idoneidad -psíquica y técnica- de las personas a quienes confía la conducción de sus aviones. Y la vida de los pasajeros. Es verdad que el factor humano es imprevisible y siempre puede abrir una puerta a lo desconocido, pero visto que Andreas Lubitz tenía antecedentes de episodios depresivos (interrumpió durante seis meses su formación a raíz de uno de ellos), quizá hubo negligencia al certificar su idoneidad para pilotar aeronaves concediéndole el título de piloto. Los jueces tienen ahora la palabra. De su sentencia dependerá, también, la cuantía de las indemnizaciones que recibirán los familiares de las víctimas.

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