Fernando Jáuregui – La pasión de Semana Santa


MADRID, 31 (OTR/PRESS)

Dicen que la política no interesa a los españoles. Disiento. Probablemente, pocas veces, desde la primera transición, haya interesado más. Menuda Semana Santa nos espera. Las llamadas a posibles candidatos de los partidos emergentes van a proliferar, se encuentren los buscados en la playa o haciendo de costaleros en las procesiones. Se busca candidato, razón, Ciudadanos. O Podemos. Los otros, que van por delante, andan ya terminando sus programas, tras una etapa de inauguraciones frenéticas de obras públicas que carecen del menor frenesí. En mi pueblo han instalado una hilera de farolas en una carretera en la que jamás se ha precisado farola alguna. A un amigo, en un pueblo de Madrid, le han inaugurado dos rotondas perfectamente prescindibles, pero, eso sí, con bellos (y horteras) motivos arquitectónicos. Elecciones, en suma.
Tengo para mí que estos días, de miércoles santo a domingo de resurrección, van a ser jornadas conspirativas. Hay una especie de sensación de que pocas veces unas elecciones municipales y autonómicas estuvieron tan abiertas como las presentes, faltando, como falta, apenas mes y medio para la galopada a las urnas. Partidos que carecen de candidatos reconocibles. Partidos cuyos candidatos son excesivamente reconocibles. Candidatos inconcebibles, algunos pasando, con cierto bochorno, por la «rueda de reconocimiento» que les impone algún líder o más bien lideresa.
¿Dónde queda la política para el ciudadano, en medio de tanta búsqueda de personal contratable? Esta Semana Santa, quizá vacacional, o semi, para usted y para mí, va a ser la de los «heads hunters» políticos: nunca una concejalía estuvo tan barata, jamás lo tuvo tan a huevo un aspirante a una alcaldía de segundo rango. Nos viene una clase política emergente que ni es política ni es nada: nos hemos cargado a los vejestorios de más de cuarenta años y ahora andamos buscando mirlos blancos de treinta, limpios como una patena –entre otras cosas, porque jamás ejercieron cargo público– y suficientemente preparados. Y de eso no hay: la pasión de Semana Santa está consistiendo en el Via Crucis de buscar candidatos a alcalde, a concejal, en Socuéllamos, Torrelavega, Punta Umbría, Santo Domingo de la Calzada, Ribarroja… Los estados mayores de los partidos, sobre todo de los emergentes, se las ven y se las desean para rechazar pretensiones, tirar tejos, encontrar el rostro conocido y prestigioso capaz de enfrentarse al candidato socialista y al «popular» de siempre.
Ahí tienen su ventaja los partidos clásicos, esos que tanta dejación han hecho de sus obligaciones para con el hombre de la calle: los demás no tienen ni a los de siempre, cuyos rostros conocíamos bien y valorábamos en su justa, justísima, medida. Menuda Semana Santa, la última en la que hay que designar definitivamente a quienes van a representar a las formaciones equis o ygriega. ¿Cómo puede alguien decir que no nos interesa tan apasionante espectáculo de caza de, ejem, cerebros?

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