El lunes, una misteriosa bola de fuego cruzó el cielo de la provincia de Toledo. Bueno; hace algún tiempo, algunos siglos, algunos milenios, habría sido misteriosa, antes de que la ciencia astronómica se desarrollara lo suficiente para identificar los bólidos y los meteoritos que, de vez en cuando, incendian fugazmente el cielo. El conocimiento, pues, destruye el misterio. Pero no siempre ni en todos los casos, pues hay misterios, sobre todo en la política española, que siguen siendo impenetrables por mucho raciocinio y conocimiento que se le eche.
Por ejemplo: ¿Cuántas Izquierdas Unidas (II.UU., que diría Urdaci) hay en éstos momentos? Cada día, qué digo cada día, cada hora, aparece una IU distinta, aunque invariablemente capitaneada por alguien que asegura representar a la única verdadera. Aparte de las que se desmigan del pan, como las de Tania Sánchez o Gordillo, están las que se quedan, pero como se quedan cada una a su aire, en abierta pugna con las otras que se quedan, no hay manera de contarlas. Se mueven todo el rato, se multiplican, se transforman, re reúnen, se repelen, presentan listas de candidatos y, al poco, éstos aparecen en otras listas, en fin, un caos, o más propiamente, un misterio. Y eso que se trata de una cosa que se apellida Unida. ¿Sabrá el votante fiel a esas siglas, si es que queda alguno que no se haya ido a Podemos, dilucidar en mayo, ante la urna, cuál es su Izquierda Unida de toda la vida?
Escribió Oscar Wilde (casi todo lo inteligente expresado con brevedad y humor lo dejó escrito Wilde) que el misterio está en lo que se ve, no en lo que no se ve. En efecto; eso es lo que pasa con IU, un misterio visible, demasiado visible. Y conecta, o se complementa, con lo que escribió Paul Eluard: «Hay otros mundos, pero están en éste». Así es: hay muchas Izquierdas Unidas, pero todas, tras recibir el torpedo de Podemos en la línea de flotación, en el mismo naufragio.
Menos mal que los grandes talentos del XIX nos socorren de nuevo.
