Antonio Casado – Forma y fondo


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

En política las cuestiones menores de forma proyectan a veces problemas mayores de fondo. Aplíquese la moraleja al fallido encuentro de este miércoles entre Pedro Sánchez, líder del PSOE, y la dirigente socialista andaluza, Susana Díaz, por «motivos de agenda». Aplíquese también al hecho de que las propuestas renovadoras del presidente en funciones de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, no se canalizaran en los órganos de dirección del PP sino en un medio de comunicación.
Son, efectivamente, cuestiones de forma, pero están proyectando dos graves problemas en cada uno de los dos grandes partidos de la centralidad. En el PSOE, la desconexión personal y política entre el responsable del todo y la responsable de una parte (la mayor), con claros perjuicios para la causa del proyecto común. En el PP, la falta de fe de los dirigentes en sus propias estructuras organizativas como canalizadoras del sentir de afiliados y dirigentes.
Vamos con el PP. Mal deben andar las cosas dentro si alguien tan sensato como Juan Vicente Herrera decide airearlas en la plaza pública. Al huir del partido para hacerlo está reconociendo que el aire está viciado en los órganos de dirección y mejor expresarse a través de la radio. No debe ser el único que lo piensa si tenemos en cuenta el efecto dominó causado por sus declaraciones. Hablo de la fuga anunciada luego por varios barones regionales que habían guardado silencio pocas horas antes en la reunión del Comité Ejecutivo Nacional.
En cuanto a la llamada guerra norte-sur del PSOE (Díaz contra Sánchez), también el pretexto formal encubre un serio problema de fondo: la persistente e irresponsable actitud de la dirigente andaluza, que no pierde ninguna ocasión de escenificar su aversión al secretario general con la calculada idea de desgastarle como eventual candidato a la Moncloa. Hasta el punto de que, aunque esta vez fueran reales los «motivos de agenda» (cuestiones médicas, al parecer), ya nadie se lo cree.
Nadie se lo cree porque reales y numerosos son los antecedentes y las pruebas de que Susana Díaz sabe de los efectos que producen en la vida interna del partido. Quiero decir que no se esfuerza en evitarlo. Lo deja caer sin ser demasiado explícita. Le hostiga más por omisión que por acción, sabiendo perfectamente el efecto que causa sus gestos insolidarios. Hasta la sombra de la Giralda conoce su distanciamiento de Sánchez y ella no hace nada por desmentirlo. Perjudicó al PSOE alimentando este enfrentamiento en vísperas de unas elecciones, pero a ella ya le han bajado los humos y Sánchez ya no está tan necesitado.
La relación de fuerza entre ambos ha cambiado. En un principio aprovechó su poder andaluz (el único poder institucional sólido que tenía el PSOE) para tener bajo protectorado a Pedro Sánchez. Pero luego vino Felipe González (afeó la conducta de Díaz), la confirmación del PSOE como primera fuerza de la izquierda y la consolidación de Sánchez como secretario general.

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