Andrés Aberasturi – Actitudes trasnochadas


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Hace unos días Su Graciosa Majestad Isabel II de Inglaterra inauguraba una nueva apertura del Parlamento británico; un espectáculo que, aunque naturalmente me resulta incomprensible, respeto como casi todo lo que hace ese pintoresco y contradictorio pueblo. Es que iba con capa de armiño como en los cuentos y una corona que parecía comprada en un todo a cien de disfraces solo que esta era de verdad, ¡vaya si lo era! Pero claro, ese no es mi problema. Tampoco lo son de los que quiero hablar aunque me tocan más de cerca. Pero es que uno se cansa de escribir de los partidos, los pactos y los cambios (¿) del PP.
Hablo pues de los Reyes de España que, según todas las encuestas, han vuelta a poner la institución en un alto grado de simpatía popular. Y la verdad es que se lo están ganando a pulso, lo reconozco porque soy un republicano de bien. Pero… Siempre hay un pero y este es fácil de solucionar. Me refiero a la absurda costumbre de la reverencia, ese intento en ocasiones hasta ridículo de medio arrodillarse cuando se les saluda. Estoy seguro que ni el Rey ni la Reina se sienten cómodos frente a esos equilibrios inestables y sin sentido ya. Aquí o te pones una corona y una capa de armiño -que no es el caso- o das la mano con naturalidad sin que nadie tenga que agacharse ante nadie. Comprendo que puede parecer una bobada, pero las imágenes de hace unos días, en la reunión con la aristocracia, resultaban del todo desconcertantes; no hay ya ninguna razón para que unas señoras dignísimas aristócratas o no -¿por qué las señoras y no los señores?, esa otra- medio doblen la rodilla ante un joven Rey por muy arraigada que esté la costumbre.
Naturalmente estas cosas no se prohíben por decreto, pero en la espera, alguien de la Casa Real explica brevemente el protocolo; bastaría con que añadiera que por favor se ruega a las señoras evitar doblar la rodilla cuando saluden a los Reyes. Poco a poco la costumbre se iría perdiendo entre los más conservadores y todo resultaría mucho más natural.
Y de la realeza a la Iglesia con el mayor de los respetos. Ni se puede ni se debe renunciar a las liturgias pero de la misma forma que se abandonó aquella silla gestatoria que daba una imagen bastante lamentable de quien era paseado a lomos de otros hombres, en la Iglesia pobre que quiere Francisco tal vez sobre ya esa permanente y servil atención hacia quien ejerce la máxima jerarquía de una ceremonia (no sólo el Papa) como si realmente no pudieran valerse por sí mismos: les pasan la página, les colocan la mitra, retocan la capa pluvial para que quede centrada… No sé; resulta todo excesivo. Bastante tenemos ya con lo que hay heredado y fijo, ese exceso de belleza y poder que es el Vaticano, para encima añadir unas actitudes impropias de nuestro tiempo que están más cerca del servilismo, como he dicho, que del respeto.
No sobra la tradición pero si es posible que resultara positivo ir limando ciertas cosas aunque sólo sea por la imagen que transmiten, una imagen trasnochada para todos menos para los ingleses.

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