Antonio Casado – La paradoja griega


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

Aunque los medios de comunicación se esfuerzan en acercarnos la cuestión griega como una derivada de nuestra política interior, a su vez engarzada en la europea, lo cierto es que los españoles no acabamos de entender hasta qué punto nos afectaría un mal desenlace de las conversaciones entre el Gobierno de Tsipras y la antes llamada «troika» (CE, BCE y FMI).
Un mal desenlace sería la salida de Grecia de la zona euro. Un precedente que los responsables de la Unión Europea no van a permitir. Aunque es verdad que ahora las consecuencias ya no serían las mismas que cuando el mismo riesgo pasó ante los europeos en la primavera de 2012. Entonces no existía el férreo control del déficit público de los Estados, la supervisión bancaria centralizada y la generosidad del BCE como prestamista de último recurso. Ahora, sí.
La existencia de esos tres dispositivos explica la reacción de los mercados en la actualidad respecto a la de hace dos años. Ni la bolsa ni la prima de riesgo han estado aquejadas de grandes sobresaltos a lo largo de estos últimos meses en los que las conversaciones con el Gobierno griego no parecían avanzar. Era como si desde el principio hubieran descontado la fumata blanca que, efectivamente, ahora sí, está a punto de verse.
Ahí estamos. A cinco minutos de un desenlace. Un desenlace básicamente político porque una salida lógica y razonable desde el punto de vista técnico (relación entre lo que se tiene y lo que se debe) era ya imposible a estas alturas de la película. Eso significa, entre otras cosas, que no iban tan desencaminados Tsipras y Varoufakis cuando orientaron todas sus todas sus propuestas a poner el debate en el tejado de los líderes (Cumbre Europea del jueves), donde se hace política, y no del Eurogrupo (reunión previa de este miércoles), donde se hacen números.
Si se hacen números, el camino se bloquea. En ese orden de cosas la dinámica griega es infernal. Consiste en endeudarse para poder seguir pagando las deudas, una vez sentado el innegociable «no» a la cancelación, a despecho de lo que quería Varoufakis en un principio. Por tanto, cada vez más deudas y cada vez más pobre, porque debe mucho más de lo que tiene y de lo que tendrá a lo largo de muchos años, por mucho superávit primario que consiga. He ahí la paradoja. Estamos a punto de ver la fumata blanca de un acuerdo que permite a Grecia cumplir con sus acreedores (España entre ellos, por unos 29.000 millones de euros), que vienen a ser los mismos. Un poco absurdo.
Hemos criticado mucho la arrogancia populista del nuevo gobierno griego, pero ahora vemos que su estrategia (defensa numantina de la soberanía nacional griega frente a los jerarcas de Bruselas) ha dado sus frutos. Al final, como siempre ocurre en las negociaciones, cede Grecia, pero también «las instituciones», y Bruselas acaba asumiendo que le compensa una Grecia subvencionada pero europea, con respiración asistida y viviendo a costa de los socios, pero en la órbita europea y no en la rusa.

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