MADRID, 15 (OTR/PRESS)
Algunos se han escandalizado porque el Papa Francisco ha recibido de las manos de Evo Morales, con aviesa intención, un crucifijo hecho sobre la hoz y el martillo, obra de un sacerdote vinculado al marxismo, y poco menos que han descalificado la integridad de su actuación y de su mensaje, que, incluso han calificado de «superficial». Crece la resistencia interna a los cambios que impulsa este Papa y algunos parece que temen perder su poder en esa revolución, pacífica y suave, de llevar la Iglesia a sus orígenes, de quitar lo que sobra, de abrir las puertas a todos, de ir a buscar a los que se han alejado de Dios, de poner el objetivo en los más pobres entre los pobres. En el Evangelio del pasado domingo, Jesús envía a los doce apóstoles a predicar y les da instrucciones: «calzad sandalias y no llevéis ni alforja ni pan ni dinero en el cinto, ni dos túnicas». Libres de todo para transmitir la buena nueva.
Ese ha sido el mensaje de Francisco en Hispanoamérica: «los pobres son la deuda que todavía tiene toda América Latina». Los pobres, los cientos de millones de pobres, de excluidos, de refugiados en el mundo más rico de la historia de la humanidad, son la deuda que tenemos todos. Los que gobiernan y los ciudadanos. «En una democracia participativa, ha dicho Francisco en Ecuador, cada una de las fuerzas sociales, los grupos indígenas, los afroecuatorianos, las mujeres, las agrupaciones ciudadanas y cuantos trabajan por la comunidad en los servicios públicos son protagonistas imprescindibles de este diálogo…». «…Es necesario generar los ámbitos, los espacios de verdadera búsqueda, debates que generen alternativas a los problemas* No se puede creer en Dios padre sin ver un hermano en cada persona y no se puede seguir a Jesús sin entregar la vida por los que El murió en la cruz».
Este es un Papa que llama a las cosas por su nombre, que critica que la política «se deje dominar por la especulación», que exige responsabilidad a los agentes sociales, y que dice que «la libertad es siempre el mejor ámbito para que los pensadores, las asociaciones ciudadanas, los medios de comunicación desarrollen su función, con pasión y creatividad, al servicio del bien común. También los cristianos». «Pasar sin escuchar el dolor de nuestra gente, sin enraizarnos en sus vidas, en su tierra, es como escuchar la Palabra de Dios sin dejar que eche raíces en su interior y sea fecunda». Verdades como puños.
Francisco pide «un cambio real, un cambio de estructuras» porque este sistema ya no se aguanta y quiere que puedan decir algo los más humildes, los explotados, los pobres y los excluidos, los que buscan «las tres T»: techo, trabajo y tierra. «Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez». Hay demasiados lazos que nos atan el corazón y no nos dejan ser libres. No nos dejan ni siquiera escuchar la verdad.