Comunismo en España. ¿Estamos locos o qué?


Está visto que los seres humanos estamos condenados a repetir la historia. No aprendemos de nuestros errores y por eso nos dejamos arrastrar al caos una y otra vez. Cuando yo era pequeña, en mi casa, el comunismo era considerado como algo malo per se. En mi ámbito familiar, los comunistas eran gente de mala entraña, dominada por la envidia de los ricos y luchaban por conseguir sus propiedades a golpe de machete o de fusil. Para mi madre, los comunistas eran gente salvaje, sin moralidad, que quemaban iglesias, violaban a monjas y asesinaban a curas y a obispos. Yo, casi por rebelión obligada de juventud llegué a considerarlos buenos e incluso llegué a creer que a Jesús de Nazaret lo habían crucificado por comunista. ¡Menuda frivolidad y menuda ignorancia! Con el correr del tiempo y el aprendizaje de la historia las aguas volvieron a su cauce y el pensamiento recto volvió a tomar protagonismo en mi mente y volví a considerar el comunismo como la gran lacra, el sistema más sanguinario que han padecido las sociedades del siglo XX. Pero hasta hace muy poco, hablar de comunismo era algo obsoleto; veíamos eso como algo lejano, que se contempla desde la perspectiva del tiempo, que ocurría en otros lugares con idiosincrasias distintas, porque en España habíamos aprendido la lección y además habíamos vivido una transición modélica, con perdón aparente incluido. Mi madre incluso llegó a ver a Santiago Carrillo, el de las matanzas de Paracuellos, si no con simpatía, sí con tolerancia. Parecía tan civilizado que, hasta que Zapatero llegó con su desafortunada ley de memoria histórica y desenterró el sentimiento guerracivilista, casi habíamos olvidado lo de las checas. Poco a poco, los herederos de la Pasionaria fueron yendo a menos, y a los que quedaban –salvo a unos cuantos nostálgicos—, no les gustaba que se recordase su pasado y se maquillaban de socialistas para suavizarlo.

Cuando se instauró la democracia, por parte de una de las facciones de la transición creo que sí hubo perdón, un perdón equivalente a borrón y cuenta nueva. La derecha, y más en concreto la parte más perjudicada, la Iglesia, jamás tuvo una palabra contra la izquierda recriminándole su pasado criminal. Nunca le echó en cara la matanza de eclesiásticos. Las circunstancias aconsejaban asumir que teníamos que conformarnos reconociendo que la Guerra Civil había sido un error y que los dos bandos habían cometido atrocidades que no debían volver a repetirse nunca. Sin embargo, aunque callábamos por prudencia, en silencio, siempre pensábamos: “Sí, atrocidades como en cualquier guerra, sí, pero a vosotros hay que sumaros los más de siete mil eclesiásticos, solo por motivos religiosos”. Hemos sido muy delicados con ellos; creo que en exceso. Incluso, para no crispar, la Iglesia accedió a que a sus asesinados se les llame mártires de la Guerra Civil –era más políticamente correcto—, y no mártires de la persecución religiosa, al estilo de los primeros siglos. Cuando el sacerdote José Ramón Hernández Figueiredo publicó el libro de los mártires ourensanos, a los que habían torturado vilmente y asesinado, se mordía la lengua para no ofender a nadie con sus palabras. Quizá por eso, por haber callado tanto la verdad, la sociedad actual, tan superficial, tan carente de cultura, tan permeable a cualquier mentira mil veces repetida, solo ha interiorizado los mensajes falaces del adversario. Y así nos luce el pelo y ya estamos cosechando los frutos. Por eso vemos a la pobre gente, jóvenes y talludos, suspirar por el Frente Popular y la II República, como si fuera el arquetipo de lo bueno. Y como no saben nada, ni tienen idea de nada, son carne de comunismo.

El comunismo ha vuelto con la hoz y el martillo y trae además el hacha con la serpiente de ETA. Empezó por los países de Sudamérica y acaba de instalarse en Grecia y en algunos municipios de España. Y vienen como siempre, dispuestos a hacer la revolución. Por los años sesenta, Mao, el mayor de los sanguinarios comunistas dijo que había que acabar con los cuatro viejos: los viejos hábitos, las viejas costumbres, la vieja cultura y el viejo pensamiento. Los comunistas de ahora puede que tengan incluso alguno más.

Esta gente incauta que vota a Podemos y demás izquierda radical debería analizar lo que ocurría hace unos años en los regímenes comunistas como Rusia o China, Alemania Oriental, o lo que pasa hoy en esos lugares de América gobernados por estos regímenes totalitarios, donde faltan los productos de primera necesidad y los medicamentos, porque sus corruptos dirigentes disfrazados de estadistas, han llevado el dinero a paraísos fiscales. ¿Ya nos hemos olvidado de los muertos en patera en el mar Caribe, rumbo a Miami, los que morían electrocutados o con un tiro en la cabeza en el Muro de Berlín, o los campos de concentración rusos?

Si los españoles deciden votar a Podemos en la generales, será la última vez que funcione el voto libre. Una vez en el poder, estos dictadores vocacionales son raudos en instaurar la tiranía y el pucherazo. Las partidas presupuestarias de educación y sanidad que tanto reivindican ahora, se destinarán a incrementar las fuerzas del orden para mantener la dictadura. Nuestros vecinos serán también nuestros delatores y nadie se atreverá ni a comentar ni siquiera a pensar, por si acaso. A Pablo Iglesias no le gustan los medios de comunicación privados; solo quiere televisiones como la cubana del régimen o la venezolana, ídem. Olvidémonos de la libertad de expresión y del resto de libertades y derechos. La conclusión es que, en poco tiempo, nuestros rostros llevarán tatuada la pena, la tristeza y la desesperanza. ¿Que esto les parece lejano? Pues vamos camino de ello.

Dedico mi último párrafo a Rajoy y al Partido Popular en general, porque todos son encubridores de la mala gestión, de la corrupción y de no estar a la altura de las necesidades de los ciudadanos en los momentos desesperados. Gracias a Rajoy, tenemos todo este panorama siniestro de Podemos, Zapatas, Maestres y Carmenas. (Solo una comunista radical puede ser tan fea, no por el físico, sino por lo que irradia el espejo de su alma oscura). Llevan el odio en la cara y la sed de venganza en las venas. Hace bastante tiempo titulé mi columna: “Rajoy trabaja para la izquierda y lo hace muy bien”. Y parece que fui profeta. ¡Por desgracia!

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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