Siete días trepidantes – Ahora toca escuchar a los presidentes autonómicos.


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Aprovecho mi estancia en Cantabria para encontrarme, casi meteóricamente, con Miguel Angel Revilla, el presidente de esta Comunidad. Es, en efecto, una Comunidad pequeña, uniprovincial, en la que la figura de Revilla despierta, como en toda España, controversias. No figuro, desde luego, entre aquellos que denigran sin más a Revilla por sus formas peculiares: por ejemplo, ha vuelto a colocar a Cantabria en el mapa político al encabezar la desobediencia autonómica a las absurdas restricciones a la prestación sanitaria a los inmigrantes. Una «rebelión» contra una medida de Rajoy a la que se ha sumado hasta la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, que, a mi entender, cada día se afianza más como una de las esperanzas futuras del Partido Popular.
Traigo aquí a Revilla porque me parece representativo de una serie de «barones» más o menos independientes que se asientan en la presidencia de sus autonomías gracias a los pactos, sí, pero estos pactos no habrían existido sin un número considerable de votos respaldándolos. Y Revilla tiene muchos votos en Cantabria, aunque menos en su capital, Santander.
Lo importante del presidente del Partido Regionalista de Cantabria no son sus opiniones vehementemente expresadas -pero no alejadas de la realidad- en las televisiones que frecuenta, ni que pueda vender la escalofriante cifra, bien lo sabemos quienes escribimos, de ciento cincuenta mil libros. Lo importante es su coherencia a la hora de tratar los temas nacionales. Puede que sea, a veces, excesivamente radical a la hora de referirse al Partido Popular, sí. O puede que su enfrentamiento con el partido en el poder en España se refiera a cuestiones más bien locales y a la figura de Rajoy, cuestionada hasta por sus posibles -son los únicos posibles- aliados futuros de Ciudadanos. Puede también, lo dicen los ahora «opositores» cántabros, que se haya entregado demasiado en manos del PSOE. Pero ¿no es eso mismo lo que les ocurre a los socialistas en otras partes donde gobiernan gracias a pactos con, por ejemplo, la declinante Podemos, que no sabe ni cómo explicar lo que está ocurriendo en Grecia tras los volatines de Tsipras?

A veces me parece que gentes como Revilla, y algunos otros presidentes autonómicos -incluyendo los de militancia en los dos «grandes» partidos– con los que he tenido ocasión de hablar últimamente, tienen en sus manos la solución a la territorialidad del Estado. Creo que la única salida posible al conflicto catalán sigue centrándose en el gran debate: la homogeneidad o la heterogeneidad del Estado. Saber, por ejemplo, si esa disposición adicional, reconociendo las peculiaridades de Cataluña, que Duran i Lleida propone incluir en la Constitución de 1978, podría ser aún una base de debate con el ahora «irreconducible» (palabra utilizada, por cierto, por Revilla tras su encuentro con el Rey) president de la Generalitat, Artur Mas. Es decir, hay que comprobar que existen salidas tras el previsible choque de trenes.
Si los «barones» autonómicos se limitan a proclamar que «no tolerarán» que unas comunidades sean más «beneficiadas» que otras; si se aferran al «café para todos» sin bucear en las distintas formas de tomar un café que pueden existir en España, mal asunto. Si se agarran a la imposibilidad de utilizar la palabra «nación», en lugar de «nacionalidad», para referirse a una parte del territorio español, seguiremos estancados. Uno de los grandes pecados de Rajoy, pero que desde luego no puede achacársele solamente al presidente del Gobierno central, ha sido no potenciar una opinión más flexible en la devaluada conferencia de presidentes autonómicos cuando el PP controlaba la mayor parte de estas presidencias. Por motivos electoralistas -y porque Rajoy no lo aceptaba– se evitó adoptar una posición más «negociadora» desde las baronías autonómicas y ello ha tenido su coste en votos y sus consecuencias políticas de enorme alcance.
No, no es lo mismo la autonomía cántabra que la vecina vasca o que la catalana. Como no es igual la autonomía andaluza que la murciana. Qué le vamos a hacer. Y que personajes inteligentes como Revilla a su escala, o como Cifuentes a la suya, lo reconozcan puede ser el principio de solución al desmoronamiento que se nos avecina. Hasta ahora, las baronías, del signo que fueren, han dado un ejemplo de falta de sentido del Estado, de egoísmo localista. Sé que Revilla viajará a Barcelona, para dar un par de conferencias, pocos días antes de las elecciones plebiscitarias -que lo son, para qué engañarse_catalanas. Si hasta Revilla, que encarnaba las posiciones más duras frente al secesionismo, y que ha hecho declaraciones a veces sorprendentes (e inconvenientes, a mi juicio) en este sentido, es capaz de abrir un portillo, habremos dado un enorme paso. Porque de nada nos va a servir, a los catalanes y al resto de los españoles, enrocarnos en el «no cederemos ni un milímetro» y en el «Cataluña no será independiente, y punto», por un lado, o en las soflamas despectivas con el Estado y las instituciones de Francesc Homs por el otro.
Creo que ya ni Rajoy ni Mas están capacitados para dialogar entre ellos. Tendrán que ser otros quienes lo hagan tras esas elecciones catalanas que seguramente ganará, pese a todo, la peculiar lista transversal que ni siquiera encabeza Mas, sino un tal Romeva, de importancia secundaria. Pero el «juntos por el sí» no ganará, confiemos, por el margen suficiente como para proseguir en su loca aventura independentista. Así que habrán de pactar. Y ahí tienen mucho que decir algunas voces del «lado de acá», esos revillas que tendrán -tendremos todos– que transigir por la vía de pactos, que significa cesiones, ideas nuevas, flexibilidad, ausencia de griterío.
Y Rajoy, pues eso: a lo suyo, mientras siga presidiendo el Ejecutivo. Que continúe procurándose la cercanía de Merkel, que eso, reconozcámoslo, lo hace bastante bien y resulta muy útil para la buena marcha de los intereses españoles. A ver si la canciller alemana, que es, guste o no guste, la figura más emblemática de Europa, nos suelta, aprovechando su próximo encuentro con Rajoy, una de esas declaraciones de rechazo ante lo que está pasando en Cataluña; solamente con eso, el presidente español habrá justificado su sueldo en este mes de agosto en el que ha hecho, también reconozcámoslo, otras cosas importantes, como abrir una ventana -un ventanuco- a la reforma constitucional… en el futuro.

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