MADRID, 4 (OTR/PRESS)
Aquí los pillados en falta tardan un minuto en lavarse las manos, echar balones fuera y proclamarse víctima de una persecución. Es un clásico entre los muchos nombres asociados a la corrupción en la vida pública. El último en seguir este guión ha sido el llamado «honorable» presidente de la Generalitat, Artur Mas, que en sede parlamentaria ha visto en el escándalo de la financiación ilegal de CDC (Convergencia Democrática de Cataluña) una operación de Estado contra su partido.
Nada nuevo. Como Monedero cuando lo único que vio en sus pecados fiscales fue la mano de un Gobierno -el de Rajoy- que quería desprestigiarle. Como el PP, cuando en su día dijo que la trama Gürtel no era del PP sino contra el PP. Como Pujol, cuando lo de Banca Catalana y, años después, cuando ya no era amigo del Estado, afloró su patriótico enriquecimiento. El ex honorable también detectó una conspiración. No tanto contra él. Ni siquiera contra su familia, sino contra Cataluña.
De modo que a nadie sorprenderá que, una más, el presidente de la Generalitat lo haya negado todo en relación con la financiación ilegal de su partido (contratos a cambio de donativos) y sólo haya visto un «montaje» de los enemigos de Cataluña para acabar políticamente con él en vísperas de las elecciones del 27 de septiembre. Es decir, que, según él, hay una motivación política en las actuaciones judiciales, policiales y administrativas (Tribunal de Cuentas) que han destapado una ramificación de la famosa trama del tres por ciento en el seno de CDC y su fundación (CatDem).
Tema de fondo el de las motivaciones políticas en el afloramiento de la inmoralidad publica ¿Son más o menos inmorales los casos en función de que respondan o no a ajustes de cuentas entre los partidos? A me parece que el ciudadano de la calle lo tiene claro: Bienvenidas sean las motivaciones políticas si valen para destapar la corrupción. Por lo tanto, malditas sean las motivaciones políticas que se utilizan para ocultarla, porque también de esto hay en la viña del Señor.
Que el escándalo de la financiación ilegal de CDC se haya conocido en la cuenta atrás hacia la gran traca separatista del 27-S ni quita ni pone gravedad en el hecho de que la constructora Teyco (la de Sumarroca, amigo de Pujol y cofundador del partido) recibiera más contratos que otras empresas en razón de su «afinidad ideológica». Eso no lo reconoció Mas en el Parlament el pasado miércoles. Pero sí reconoció que esa «afinidad» es lo que impulsaba la enorme generosidad de Teyco en los donativos que entregaba a CDC a través de su fundación.
Cada vez está más claro que la causa del independentismo le está sirviendo a los más señalados gurús del nacionalismo catalán (Pujol, Sumarroca, Prenafeta, Maciá Alavedra, Artur Mas) de coartada para procurarse impunidad judicial y política. Espero que los catalanes se lo demanden en las urnas del 27 de septiembre.