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INOCENTES MONSTRUOS
Los tiempos insidiosos que sufrimos
han sido precedidos de otros embrionarios,
registrados en los anales como crueles,
preámbulo de un devenir aún más infausto.
Revisando comportamientos ancestrales
se deduce que de la prehistoria
proceden los seres marcados por la insania
cuya tara hoy puede apreciarse en el tomógrafo.
Son individuos que no tienen curación:
son así, ni siquiera tratamiento;
los voluntarismos para cambiar sus mentes
pábulo serán de sus idas y revueltas.
Hasta cierto punto inocentes monstruos
con la muesca insertada en el cerebro
no tienen más remedio que ser malos
pues no oyen ni ven ni sienten al otro.
Ese otro, el noventa y tantos por ciento
si quiere subsistir ha de conocer el fenómeno,
y una vez detectado, defenderse,
en virtud de su derecho e inexcusable deber.
Que no sólo la impronta personal
inflige sufrimiento, pues reclutan
de la masa informe adeptos y esbirros
para la estructura oprobiosa que manejan.
Como la élite intelectual apenas cumple
la función que cabría demandársele
la luz del mundo sustentada en tales guías
distorsiona la esencia humanitaria.
Unos y otros se encargan de poner el foco
sobre vanos asuntos secundarios,
manipulan espacios decisorios,
perturban la realidad de las cosas.
Siendo horroroso, espeluznante,
no parece, el problema, ocupar protagonismo
en las aulas, en la prensa, en los seminarios,
estancias que derivan la atención al orco.
Si es menester resucitemos a los muertos,
renazcamos de nuestra propia entraña,
rescatemos el espíritu de la alienación,
escrutemos la etiología del espanto.
Urge poner remedio al predecible
empeoramiento de este mundo,
que la tecnología en manos insensatas
multiplica el peligro de extinción.
Estos versos, renglones sin poesía,
son sólo realidad, volvamos a las causas,
que no es ¡la economía!, que se dijo,
es la psicopatía, con perdón, estúpido.
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Dámaso Mayarias
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