MADRID, 23 (OTR/PRESS)
Javier Solana ha pedido, con inteligencia y sentido común, poner «la misma pasión» para acoger refugiados que para acabar la guerra que es la causa de uno de los mayores éxodos de la historia. «No va a ser fácil, añadió, pero no lo tenemos que hacer tan difícil. Tenemos la responsabilidad de solucionarlo».
No tiene nada que ver, pero ha sido imposible no relacionar su petición con la cuestión catalana. Unos y otros, independentistas y sus contrarios, junto a los que son autonomistas, españolistas o mediopensionistas, lo mismo que los Gobiernos de España y de la Generalitat y los partidos políticos del signo que sean, tienen la grave responsabilidad histórica de poner «la misma pasión» en ganar las elecciones del día 27 que en acabar con una contienda que perjudica a todos y que está provocando una división entre españoles de consecuencias funestas. División entre los ciudadanos que viven en Cataluña -se consideren españoles o no- y entre una parte de ellos y la inmensa mayoría del resto de los españoles. No sé si la historia exigirá responsabilidades a quienes no han estado a la altura de las circunstancias y nos han llevado hasta aquí, pero estoy convencido de que los ciudadanos, a corto o medio plazo, castigarán a estos políticos con dureza.
Seguramente ya no hay tiempo para detener o suavizar este desaguisado del que son responsables el Gobierno central y su presidente; la Generalitat de Cataluña y su presidente; partidos políticos catalanes, especialmente Convergencia y Esquerra Republicana, también Unió Democrática, y sus líderes; partidos nacionales como el PP, el PSOE, especialmente Rajoy y Zapatero; los grandes sindicatos y otras fuerzas sociales que han callado con cobardía; y muchos empresarios catalanes, grandes y pequeños, que también han callado o han hablado bajo y tarde por miedo o por precaución. Después del 27S, pase lo que pase, el daño será de tal calibre que las heridas seguirán abiertas mucho tiempo.
Nada garantiza que, sea cual sea el resultado en votos y en escaños, no siga adelante el proceso secesionista. Nada garantiza que los independentistas no lleven a Cataluña a una declaración unilateral de independencia y a una salida de Europa, que sólo aportará perjuicios para Cataluña y España. Nada garantiza que no sigan las mentiras y la impunidad de quien se salta las leyes y las incumple, según le gusten o no y luego exija a sus ciudadanos respeto a la ley. Lo único seguro es que las heridas no se van a cerrar, sea cual sea el resultado de las urnas. Nosotros lo hemos hecho tan difícil que casi es imposible.
Por eso, el día después de las elecciones, alguien con sentido común -debería ser una multitud- tendría que exigir a unos y otros que ejerzan responsablemente el papel de políticos de Estado o, si no están dispuestos, se vayan a su casa. A alguno aunque triunfe, le pueden jubilar sus propios socios, conseguido el objetivo. Otros tendrán difícil seguir en el poder después de haber hecho dejación de funciones. Pero quienes de verdad tienen la palabra y pueden arreglarlo son los ciudadanos catalanes. Eso, o cargar con lo que hayan votado.