MADRID, 28 (OTR/PRESS)
El desafío independentista de las fuerzas del «Sí» en el Parlament de Cataluña es un conflicto que nos concierne a todos. Pero no en el sentido de que el referéndum sobre la independencia deba hacerse a nivel nacional, si no porque vista la respuesta del presidente del Gobierno en su comparecencia en Moncloa, en la que no dijo absolutamente nada, no hay un plan «B» frente al mayor problema institucional desde el 78.
Hizo bien Pedro Sánchez llamando a Rajoy para proponer un comunicado conjunto frente a la gravedad de la propuesta presentada a instancias de la CUP. Hizo bien Albert Rivera ofreciendo su apoyo para acudir al Constitucional. Pero, ¿es que el presidente del Gobierno no sabía que esto iba a ocurrir? ¿No se había enterado de que la CUP exigía que, antes de prestar sus votos para una investidura, se votase una resolución que iniciara el camino sin retorno a la independencia? Es inconcebible que antes de disolver las Cortes no haya mantenido un encuentro con los dos líderes antes citados para ofrecer una respuesta conjunta.
De momento, los que si se han movilizado son las fuerzas de la oposición en Cataluña y está bien que así sea. Aunque, frente al bloque monolítico de los independentistas, el PSC y Ciutadans no han sido capaces de lograr un texto común, en el que pedir algo tan obvio como que la Mesa no tramite la propuesta de inicio de la independencia sin que los servicios jurídicos de la cámara no avalen la legalidad de la misma, teniendo en cuenta que pretende expulsar al Constitucional de Cataluña.
El PP de Albiol, tan activo en declaraciones rimbombantes, no ha podido actuar porque no ha elegido todavía a su portavoz. Cuestión esta que no es baladí porque según el reglamento la Junta de Portavoces, que es la que marca el orden del día del próximo pleno, no puede reunirse si falta un grupo parlamentario.
La falta de consenso de una oposición que representa a la mitad de los ciudadanos de Cataluña, los que no quieren una declaración unilateral de independencia, viene motivada por estrategias electoralistas de la precampaña de las generales de diciembre. Al igual que las prisas de los independentistas tienen mucho que ver con la posibilidad de que un nuevo equilibrio de fuerzas en el Parlamento de Madrid frene sus apoyos. También la confusión intencionada y calculada de las siglas que amparan a Podemos en el Parlament pueden restarle muchos votos a Pablo Iglesias en Madrid.
Más eficaz que pedirle a Rajoy que aplaque a los suyos y actúe con medida, (dado que con su natural tendencia a dejar que los conflictos se pudran, no sería necesario) lo fundamental es que este desafío en toda regla al Estado democrático y a la legalidad vigente, una a todas las fuerzas políticas. Y que, dejando de lado sus intereses electoralistas, afronten la situación como lo que es: un gravísimo problema de Estado.