Antonio Casado – El voto que vuela


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Se publican sondeos de todos los colores. Vienen marcados por una alta volatilidad. Votos que vuelan y no acaban de posarse. En estos casos, conviene recurrir a quienes nos ahorran el trabajo de sacar la media matemática. Ese ranking adjudica la victoria al PP (26%) por una diferencia de dos puntos sobre el PSOE (24), seis respecto a Ciudadanos (20%) y doce respecto a Podemos (14%). Valga como método de aproximación al posible escenario político del día después.
Las encuestas, cada una de ellas, proyectan la foto fija de un instante. Eso dicen los expertos en demoscopia electoral. La foto siempre llega descolorida al instante decisivo de las urnas. Por puro paso del tiempo y porque, como nos enseña Heráclito, nadie se baña dos veces en el mismo río. Así que vaya usted a saber lo que ocurrirá en el recuento del 20-D. Y de esa incertidumbre no nos van a sacar estas prospecciones cargadas de volatilidad y un alto porcentaje de indecisos. Si sumamos la fuerte competitividad con la que los candidatos han entrado en el juego, la conclusión es clara: la campaña que empieza el viernes será determinante en el resultado.
No hace falta estacionarse en esos argumentos. Basta atenerse al «margen de error» confesado en la ficha técnica de los propios sondeos. El pasado fin de semana conocimos uno que anuncia una casi milimétrica igualación de PP, PSOE y Ciudadanos en la estimación de voto. Sin desmentir la hipótesis del triple empate, el sondeo dice también (el margen de error es de más-menos 2,9%) que cualquiera de los tres puede ganar por una diferencia de seis puntos sobre los otros dos, que seguirían empatados. Imaginemos el escenario. Destriparía los análisis al uso, pero estaría dentro de los márgenes de acierto del sondeo.
Lo cierto es que los ciudadanos, como seguidores de los medios de comunicación, están vendidos a la llamada «cocina». Resulta de aplicar «procesos de refinamiento y depuración» (copyright Metroscopia) a la intención directa de voto conjugada con las propensiones de los indecisos, detectables a través de distintos indicadores. Por ejemplo, la simpatía (dice que no votará pero simpatiza con tal o cual partido), el recuerdo de voto (¿a qué partido votó en las pasadas elecciones?), ganador preferente (¿Qué partido le gustaría que ganase?), percepción del ganador (¿Qué partido cree que va a ganar?),índice de rechazo (¿A qué partido no votaría en ningún caso?), etc.
Son estados de ánimo zarandeados por DAESH (guerra contra el Estado Islámico), por DUI (Declaración Unilateral Independencia de Cataluña), por la singular carrera que los candidatos han decidido librar en los programas de televisión dedicados al entretenimiento y por las propias encuestas. No olvidemos nunca que las encuestas electorales también son un instrumento para crear estados de opinión. Por tanto, es de pura higiene mental saber quien las encarga. Y quien las paga, por supuesto. Tal vez entonces empezaríamos a entender como es posible que unas se diferencien tanto de otras.

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