A vueltas con España – ¿Alguien reflexiona?


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

España es un país amigo de regularlo todo y desde distintas instancias parlamentarias, por si con una no fuese suficiente. Otra cosa es que la práctica se conduzca siguiendo la ley. Como dice un juez, en España está regulado hasta el ancho de los zapatos de un trabajador en un andamio, lo cual no quiere decir que ésa sea la clave de los accidentes laborales. Países con menos regulaciones tienen menos siniestros en el trabajo.
Fruto de la tardía llegada a la democracia y de que en la Transición había mucho temor a la vuelta atrás, se adoptaron normas electorales que tal vez entonces tenían cierto sentido pero que con el paso del tiempo han quedado cuando menos obsoletas o simplemente fuera de lugar. España es, por ejemplo, uno de los pocos países del mundo democrático que mantiene el modelo de 24 horas sin mítines ni actos partidistas antes de las jornadas electorales. ¿Son menos democráticos otros países que toleran las proclamas políticas, las manifestaciones y las encuestas electorales hasta el último minuto, incluso el día de las votaciones?

La jornada de reflexión es tan anacrónica como la prohibición de publicar sondeos electorales una semana antes de las votaciones pero lo cierto es que, en lo que llevamos de democracia, ningún partido ha planteado suprimirla haciendo uso de la vía legislativa. Sólo desde los medios de comunicación se ha puesto en duda la validez de esa jornada o se ha propuesto modificar las leyes para poder publicar sondeos. Incluso se da el caso, desde hace años, de que hay periódicos que burlan la censura anunciando sondeos electorales a los que sus lectores pueden acceder a través de una web radicada en el extranjero, como El Periódico de Catalunya desde su cabecera de Andorra.
En el poder también surgieron contradicciones, una vez que el Tribunal Constitucional permitió las concentraciones el día de reflexión siempre y cuando la capacidad de influir en el electorado sea «remota». Y no faltó la ironía entre los partidos de izquierdas, que a veces se han preguntado por qué no se prohíben también las misas, donde, siguiendo las directrices de la Iglesia, suele pedirse el voto para partidos que no estén a favor del aborto ni de la eutanasia, lo cual favorece a los partidos de derechas.
Por mucho que el legislador no quiera verlo, a pie de calle surgen dudas con fácil respuesta: ¿quién puede impedir hoy que los ciudadanos pidan el voto a través de las redes sociales, cuyo impacto supera a menudo el de muchos medios de comunicación tradicionales?

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