El PSOE está ardiendo. La culpa es de Susana, que por tener poder es capaz de todo, incluso de cargarse el partido. No deja de jodernos, es una víbora. Si quería ser líder, que hubiera peleado en las primarias, como hizo Pedro
No se confundan, que diría Manolo Lama recién aterrizado en la COPE por si alguien pensaba que estaban sintonizado por error la SER. Hoy, 31 de diciembre de 2015, sí toca tomarse las uvas. Lo de anoche, 30 de diciembre de 2015, es una patochada que viene dándose desde hace unos pocos años.
Nuestros columnistas también despiden el año con varias tribunas que hablan como no podía ser de otra manera, del carajal montado en el PSOE.
Comenzamos en El Mundo y lo hacemos con Raúl del Pozo, que revela una jugosa conversación con una dirigente socialista que le cuenta cómo andan los ánimos en el partido:
Mariano Rajoy seguirá al mando del PP se forme o no Gobierno. Será el candidato si se repiten las elecciones y, a pesar de su mayoría insuficiente para gobernar y de sus dificultades para lograr apoyos, es el único que ha presentado, de momento, una alternativa al bloqueo que se dibujó después de las elecciones. Perdió muchos votos y diputados pero su partido no discute su liderazgo.
El Partido Socialista podría proponer un pacto con Ciudadanos, un Gobierno de izquierdas con apoyo de minorías de izquierdas y nacionalistas, o formar parte de un Gobierno de unidad nacional o de una gran coalición; pero le ha estallado en las entrañas la lucha por el poder y la división de facciones.
Añade que:
Decía que podría haber tanteado un Ejecutivo con Ciudadanos porque, según algún consejero de Pedro Sánchez, de haber elecciones, el partido de Albert Rivera se iría al carajo, así que le interesa antes un Gobierno que una derrota. Es casi imposible, dados los enfrentamientos y el rencor entre los dos partidos mayoritarios, lograr una mayoría para ofrecerla al Rey. Me dice un dirigente socialista: «Hace falta un Gobierno, el que sea, pero un Gobierno. Una repetición de las elecciones con disolución de las Cortes en marzo, elecciones en mayo y nuevo Gobierno en verano sería un error. Ni Europa ni el euro ni los mercados aguantarían un año de bloqueo».
Podríamos decir, recordando el poema de Cavafis, que Mariano Rajoy les madrugó ciñendo la corona y, a pesar de que llegan los bárbaros, los senadores del PSOE se sentaron sin legislar y se atacaron los unos a los otros. Siendo más llanos, podríamos añadir que, como los galgos del tío Lucas, que cuando aparecía la liebre se ponían a mear, los dirigentes del PSOE dejaron de pensar en la liebre que corre por los jardines de La Moncloa. «El PSOE está ardiendo. La culpa es de Susana, que por tener poder es capaz de todo, incluso de cargarse el partido. No deja de jodernos, es una víbora. Si quería ser líder, que hubiera peleado en las primarias, como hizo Pedro». Cuando le digo a Carmona que una diputada ha llamado víbora a la presidenta de la Bética, comenta: «Yo creo que Susana es una máquina perfecta. Susana es el PSOE que puede sacarnos del laberinto. Para mí, es una política de ésas que salen una vez cada cien años». Un sector del partido la está triturando. Javier Lambán, presidente de Aragón, ha salido en defensa de Susana Díaz y de Javier Fernández, calificándolos de «referentes» del PSOE: «No dejemos que los insulten y los desprestigien».
Y sentencia:
Hace falta un acuerdo entre dos o más partidos para formar un Gobierno y evitar las estupideces, como ésa de Fernández Vara, que propone que el Rey se pringue impidiendo que Mariano Rajoy sea candidato. Prefiero al bombero que mandaba antes en Extremadura.
Si siguen así, aquella ingeniosa invención que Iglesias llama «el Régimen de la Transición» -«un proceso de metamorfosis pilotado por las élites del franquismo y de la oposición democrática»- puede desembocar en algo mucho peor.
Luis María Anson le echa la bronca a Rajoy por haber desperdiciado una legislatura de mayoría absoluta y verse abocado ahora a unos vaivenes de incalculables consecuencias:
El 70% de la juventud permanece indiferente ante el sistema; el 30% está indignada; casi el 100%, asqueada. Tras cuatro décadas, el régimen, que no ha sabido hacer las imprescindibles reformas internas, se desmorona lentamente. Desde hace cinco o seis años estaba claro que se produciría el fin de un sistema agotado. Eso es lo que estamos viviendo ahora. Las nuevas generaciones han mordido la yugular de la vida política y la situación se descompone ante los ojos de los españoles.
Señala que:
Mariano Rajoy pudo abordar la reforma constitucional ordenadamente desde dentro, primero porque era imprescindible, después, para evitar que se plantee revolucionariamente desde fuera. No quiso hacer nada. Acogió la propuesta desde el desdén de su mayoría absoluta que para tan poco le ha servido. La ley de abdicación, que era la de la proclamación de un nuevo Rey, se aprobó por el 86% del Congreso y el 90% del Senado, gracias a la generosidad de Juan Carlos I, al buen sentido del PP y a la política de Estado de Rubalcaba. Funcionó, quizá por última vez, el espíritu de la Transición, el pacto de Estado de 1978 entre el centro derecha y el centro izquierda para las grandes cuestiones nacionales. Conforme al artículo 168 de la Constitución, su reforma exige los dos tercios de ambas Cámaras, elecciones generales, otra vez los dos tercios de Congreso y Senado y a continuación referéndum nacional. Como anticipó Felipe González, un Gobierno de coalición de un par de años habría garantizado también en el segundo envite los dos tercios de las Cámaras y la organización seria del referéndum en el que todos los españoles, y entre ellos los catalanes, hubieran ejercido su derecho a decidir. El sistema reformado conforme a las aspiraciones de las nuevas generaciones tendría larga vida por delante. Mariano Rajoy dijo que no y hay que ver la situación en la que se encuentra ahora. Mucho más importante que la solución a la crisis económica, en cuya gestión el líder del PP ha estado sobresaliente, era aceptar el agotamiento del régimen y la imprescindible reforma constitucional.
Y remata:
«Pero, qué reforma es la que quieren», se excusaba Rajoy para no hacer nada. Está y estaba claro, sin embargo, que es necesario, aparte la pequeña cuestión de la sucesión no discriminatoria en la Corona, abordar el Título VIII, cerrar el sistema de transferencias, fijar límites al déficit y a la fiscalidad y recuperar para el Estado la Educación. Fue un disparate, perpetrado en tiempos de Adolfo Suárez, transferir una cuestión que ha conducido a 17 formas distintas de estudiar la historia de España, con grave agresión a la unidad nacional. La reforma constitucional debe abordar también la situación de Cataluña, buscando soluciones flexibles dentro del respeto absoluto a la soberanía del conjunto del pueblo español. También hay que modificar la ley electoral, así como otra serie de cuestiones de diverso calado.
Pero no vale la pena llorar sobre la leche derramada. De lo que se trata ahora es de afrontar lo que no se ha hecho y debió hacerse y procurar que el futuro de España no nos devuelva a la tentación cainita que ha zarandeado los dos últimos siglos de la vida española.
En ABC, Isabel San Sebastián se centra en la caterva nacionalista catalana, esa por la que han campado a sus anchas personajes como Pujol, señora y vástagos. Ya saben ustedes, la cortina de la independencia para que no se viese lo que estaba pasando detrás, el verdadero saqueo catalán:
Mientras la CUP deshoja la margarita de su apoyo a la investidura de Artur Mas vamos conociendo detalles, a cuál más sórdido, de la inmensa fortuna amasada por la familia Pujol desde el palacio de la Generalitat, al amparo del poder, bajo el paraguas de Convergència y Unió y en nombre de Cataluña. En nombre de Cataluña, sí, porque cada comisión cobrada por un miembro del clan por intermediar entre la administración autonómica y las empresas obligadas a pagar la correspondiente «mordida», cada chanchullo, cada viaje a Andorra con el maletero repleto de billetes, es fruto de una arraigada sensación de impunidad basada en la consideración de la bandera nacionalista como el mejor de los salvoconductos. ¿No se libró el patriarca de una condena en el caso Banca Catalana envolviéndose en la senyera? Pues a seguir empleándola de escudo. A engordar el saldo de las cuentas andorranas a base de ingresar efectivo, hasta un total de 30 millones de euros, sin dejar de repetir el soniquete de «España nos roba». O sea, alimentando resentimiento y odio.
Resalta que:
Resulta desolador comprobar hasta qué punto el auge del separatismo catalán, el primero y más grave de los problemas que nos afligen, tiene su origen en el empeño de proporcionar cobertura a una gigantesca operación de enriquecimiento ilícito protagonizada por una familia devenida en «grupo organizado» de malhechores, en palabras de la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía. Hasta qué punto el partido instrumental en este cúmulo de delitos imputado a los Pujol, Convergencia Democrática de Cataluña, hoy rebautizada Democracia y Libertad, se ha dejado arrastrar a un abismo de radicalidad, que amenaza con llevarle a la desaparición, en aras de brindar un soporte ideológico susceptible de transferir la culpa de ese saqueo de sus auténticos perpetradores al conjunto de los españoles. Hasta qué punto el presidente Mas, heredero político del «padre padrone», está dispuesto a humillarse sin límite ante un grupúsculo variopinto que abarca desde «okupas» antisistema hasta primos hermanos de ETA integrados en Terra Lliure, con tal de iniciar un proceso de ruptura contemplado por quien mueve los hilos como la última esperanza de escapar a la acción de la Justicia.
Y sentencia:
En esta España convulsa, condenada por la corrupción a entrar en el Año Nuevo sin la menor posibilidad de componer un gobierno estable, la cloaca catalana arrastra tanta porquería como la que más, pero logra esconder su hedor agitando sin cesar el botafumeiro patriótico. Nos desgañitamos hablando de una reforma constitucional capaz de garantizar un encaje duradero de Cataluña en el Estado, cuando está claro que a mayores cesiones, más apetito desarrolla el monstruo. Aceptamos mansamente que se tergiverse la historia común y se manipulen las cifras macroeconómicas a fin de justificar una deriva injustificable. Hemos llegado al absurdo de ver cómo una fuerza de extrema izquierda, Podemos, nacida de las protestas callejeras, relega su agenda social a un segundo plano con tal de satisfacer las exigencias independentistas de sus bases catalanas. Y todo porque los Pujol-Ferrusola decidieron hace algunas décadas que esto del nacionalismo era un negocio redondo. Tan redondo, que les ha permitido amasar una fortuna estimada el año pasado por el Ministerio del Interior en 1.800 millones de euros, que hoy otras fuentes elevan hasta los 3.000 millones. Tan redondo que, pese a la magnitud del latrocinio presuntamente perpetrado, ninguno de los imputados en la trama ha pisado todavía la cárcel. ¡Un auténtico chollo!
Ignacio Ruiz-Quintano nos pide que nos fijemos en la verdadera Constitución, la de los Estados Unidos de América: clara, directa y sin zarandajas, al grano y con sólo siete artículos:
No soy supersticioso, pero creo que lo que uno hace en Nochevieja es lo que hará los demás días del año.
En 2016, los españoles vamos a hacer Constituciones.
El constitucionalismo español es un estado de ánimo que prende en Nochebuena y se materializa en Nochevieja. Sólo hay que ver los arranques de nuestras Constituciones (¡todas ideológicas, que es lo único que no debe ser una Constitución!) más famosas.
-El amor de la Patria es una de las principales obligaciones de todos los españoles y, asimismo, el ser justos y benéficos -decía la de Cádiz, alrededor de la cual se reúnen liberales en excursión para ponerse púos de cazón.
-España es una República democrática de trabajadores -fue el órdago que el socialista Araquistáin, gordito, pero rencoroso, coló en la del 31, demostrando que no sabía distinguir entre Estado y Gobierno (en eso seguimos como entonces) y dejando a medio país al margen de la Constitución.
-España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho -arranca la del 78, redactada, como bien se nota, por un ingeniero agrónomo y un director teatral, que pasan por alto que no hay Estados individuales (aunque ya sabemos que «social» quiere decir aquí «benéfico») y que la democracia tiene que ver con el Gobierno, no con el Estado.
Aclara que:
La prueba del malentendido de esa declaración es que un frailón de misa y olla como Santos Juliá, para arrimar el ascua a la sardina de su Snchz, dice que España es una federación sin instituciones federales.
Son, eso sí, ciento sesenta y nueve artículos frente a los siete (¿para qué más?) de la de los Estados Unidos.
-Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, con el objeto de asegurar los beneficios de la libertad a nosotros mismos y a nuestros descendientes, estatuimos y sancionamos esta Constitución…
La libertad. Ésa es la madre del cordero. La democracia no es más que el reglamento de esa libertad. Y todo lo demás, literatura de Nochebuena para el fraude de Nochevieja.
En La Razón, Cristina López Schlichting detalla con precisión de cirujano el lío padre que hay montado en España desde las elecciones del 20 de diciembre de 2015. Aquí nadie quiere dar su brazo a torcer y de hacerlo se hará única y exclusivamente por mero y cicatero cálculo electoral:
La única diferencia entre políticos y ciudadanos es que los primeros ocultan su desconcierto y los segundos lo reconocen. Esto es un lío de mil pares de narices.
Hablas con los del Partido Popular y se mantienen en calma, confiando en lograr una abstención de última hora del PSOE. Consultas a los socialistas y unos tiran para que se imponga Susana y se ganen nuevas elecciones y los otros jalean a Pedro Sánchez y aspiran a gobernar con Podemos. En Ciudadanos cruzan los dedos para que no se repitan comicios y Pablo Iglesias, bueno, Pablo Iglesias se beneficiaría de una repetición electoral, y creo que es el que más acierta en el pronóstico.Es curioso, pero soluciones hay muchas. No es verdad que España sea un caos o los ciudadanos se hayan equivocado. Cada uno vota lo que le da la gana y cree mejor, faltaría más. Cuatro partidos grandes no es un escenario extremo. Es verdad que se han tirado los dados y han salido cuatro colores, pero en cualquier país europeo se cerrarían sin problemas la gran coalición de derechas e izquierdas o el gobierno PP-PSOE-Ciudadanos o el acuerdo de izquierdas. Es voluntad lo que falta.
Apunta que:
El ritmo lo marca nuestro peor ADN. España es un gran país, pero muchas de sus regiones quieren ser países. España tiene una impresionante Historia, pero cada bando cuenta la suya. España cambia el código penal, las leyes fiscales o el sistema educativo cada dos por tres. Nos encanta disentir, nuestra especialidad es la diferencia.
Partido Popular, PSOE y Ciudadanos coinciden en la unidad de España, la preocupación por el desempleo o la lealtad a Europa. Todo lo importante lo comparten, lo raro es que no puedan colaborar. Se obstinan en colocarse obstáculos unos a otros. Al PP le piden que prescinda de Rajoy y los populares se niegan. Al PSOE se le pide que abandone el frentismo y se afianza en él. A Ciudadanos se le pide definición política y se niega a apoyar a nadie. Sencillamente, pactar es imposible en estas condiciones. En el extranjero no entienden ni patata. Como nuestro socialismo se parece a los socialismos europeos y nuestros populares a las formaciones cristiano demócratas o conservadoras, se preguntan por qué no se alían. Resulta arduo aclarar que, sencillamente, no lo hacen porque no les da la gana. Porque el PP no ha sabido tender puentes, porque el PSOE sigue en las dos Españas, y porque Ciudadanos y Podemos no quieren contaminarse con ninguno de los dos anteriores.
Y concluye:
Al final, yo sólo veo dos bandos: los que se beneficiarían de unas nuevas elecciones (PP y Podemos) y los que se verían perjudicados (PSOE y Ciudadanos). ¿Bastará esa diferencia para que estos dos últimos se abstengan y permitan a Mariano Rajoy un Gobierno en minoría? Puede. Los políticos españoles sólo pactan lo que les conviene.