Antonio Casado – Bipartidismo imperfecto.


MADRID, 6 (OTR/PRESS)

El rotundo «no» presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, a un socialista en la Presidencia del Congreso parece una réplica al rotundo «no» del líder del PSOE, Pedro Sánchez, a un presidente del PP en el Gobierno. Si al tiempo Rajoy pone sobre la mesa la voluntad política de consensuar con los socialistas una reforma constitucional, e insinuar que también aceptaría algún retoque en la normativa laboral, creo que el partido ganador de las elecciones empieza a poner de su parte para generar la dinámica propia de un acercamiento entre contrarios.
En todo caso el acercamiento efectivo se produciría cuando llegue el momento oportuno, en nombre del interés general y sin que se trate de gobernar en coalición. La presidencia del Congreso y de su comisión constitucional en manos socialistas son dos ejemplos de concesiones –no serían las únicas– que darían al PSOE la ocasión de demostrar que la estabilidad del país en momentos de tribulación importa más que los intereses de partido.
La materialización de ese ataque de responsabilidad consistiría en abstenerse en una enésima votación por mayoría simple. Eso daría luz verde a la investidura de Mariano Rajoy. Insisto, sin que el PSOE entrase en un Gobierno de coalición. O sea, sin renunciar al papel de principal partido de oposición, con expresa e incluso pactada deferencia institucional por parte del Ejecutivo frente a la oposición de de Podemos, tercero en discordia y competidor del PSOE por la izquierda.
Se forjaría así una especie de bipartidismo imperfecto, con Rajoy en Moncloa, Sánchez en la oposición «responsable» e Iglesias en la «irresponsable» y un socialista en la presidencia del Congreso. Con acuerdos de geometría variable y una cierta complicidad del eje PP-PSOE-Ciudadanos (esos 253 diputados de los que suele hablar Rajoy en sus llamamientos a un Gobierno a la alemana) en asuntos de Estado: terrorismo, unidad de España, negociación del déficit con Bruselas, reforma constitucional, etc.
Lo que no tiene sentido es esperar para ya mismo el acercamiento patriótico de los dos principales fuerzas políticas del sistema, que «no son iguales sino todo lo contrario», como suele decir Pedro Sánchez. Por ahora Sánchez hace bien desentendiéndose de los problemas que tenga o deje de tener para formar Gobierno el jefe de filas del partido ganador de las elecciones. Es lo que toca. Pero además el líder del PSOE está políticamente necesitado de que se escenifique la incapacidad de Rajoy para lograr la investidura. Y si finalmente fracasa, Sánchez tendrá el derecho a intentarlo y la necesidad de que se le reconozca.
Dejemos para entonces las valoraciones sobre la viabilidad de una hipotética mayoría con la izquierda mochilera y los separatistas, si realmente Sánchez se ratifica en su intención de formarla. Sería el momento de constatar que intenta el salto a Moncloa como atajo para blindarse como líder de su partido. Eso sí le llevaría a tomar decisiones incompatibles con el interés general. Pero, repito, no adelantemos acontecimientos.

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