El Abanico – El gran día de los invisibles visibles


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

He podido ver recientemente dos magníficas películas documental: «Camino a la escuela» que fue nominada a los Goya de 2014 y «El Gran Día», ambas firmadas por el director francés Pascal Plisson.
En la primera, se narra la dura existencia de cuatro niños cuyas familias consiguen enviarlos a la escuela pero que para ello tienen que recorrer distancias increíbles. Es el caso de una niña marroquí que camina 22 kilómetros cada lunes junto a dos amigas para llegar al centro escolar. O la de dos hermanos también africanos que tienen que recorrer cada día peligrosos caminos entre elefantes y otros animales salvajes para llegar a la escuela. Un tercer caso está ambientado en la Pampa argentina: dos hermanos, chico y chica, tardan un montón de tiempo cada día, a lomos de un caballo, para recibir su educación. El cuarto caso es para mí el más conmovedor: dos hermanos tiran de un destartalado carrito para llevar al colegio a su tercer hermano, minusválido, entre barrizales, ríos y caminos polvorientos de la India. No es difícil imaginarse las cuatro historias pero vistas en el film de Plisson, bello como sólo la naturaleza real lo es, se te encoge el corazón.

En España ambos documentales han sido promocionados, entre otros, por la Obra Social de la Caixa, Save The Children y la Unesco.
El segundo documental, titulado «El Gran Día», narra otras cuatro historias estremecedoras. Cuatro jóvenes de Mongolia, Cuba, India y Uganda preparan diversas pruebas que decidirán sus vidas. Una niña quiere ser contorsionista; otro, boxeador; la tercera prepara un examen dificilísimo para conseguir una beca y estudiar matemáticas en una universidad y el cuarto, prepara un examen para ser guardia forestal en un reserva africana.
Obligaría a ver seguidos estos dos documentales en nuestros institutos e incluso en la Universidad o centros de Formación Profesional. Impactan. Pero no quiero hacer demagogia. También tendremos, seguro, casos similares en nuestro país. Jóvenes que se esfuerzan cada día para formarse y otros muchos que se han visto obligados después a emigrar a otros países y no sólo licenciados. Pero lo que trasciende en ambos documentales es el ejemplo de ocho niños y jóvenes que se sobreponen a la pobreza y a veces a la incomprensión de sus familias, que están dispuestos a hacer lo que tengan que hacer para conseguir algo tan básico como acceder a la escuela en unos casos o para seguir su vocación en otros.
En una sociedad tan dada como la nuestra a mirar por el retrovisor y ver casos no tan excepcionales como muestran estas obras, nos hace al menos pensar. Solo por eso merece la pena verlos.

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