No debemos ser cómplices de la islamización de Europa


Soy consciente de que no es políticamente correcto escribir sobre esto, porque es atentar contra la programación del sistema. Es cierto que vivimos momentos difíciles, con varios frentes abiertos y mucha desinformación con la que nos bombardean a diario para dirigir nuestras ideas, y lo que es peor, nuestros sentimientos. Hace falta ser un experto en armar rompecabezas y/o haber desarrollado una intuición casi de vidente, para entrever qué se está cociendo en las cloacas, aunque, por el olor de los vapores emanados, se puede deducir que nada bueno.

El proyecto de islamización de Europa parece ya irrefrenable. Nuestros políticos tienen en su agenda convertir el cristianismo en una mera anécdota, mientras dan protagonismo a los seguidores de Mahoma. Cuentan, claro está, con la complicidad de nuestros políticos “malinchistas”. Los musulmanes vienen para quedarse, para imponer, para reconquistar lo que perdieron en la Reconquista, para destruir nuestras pinacotecas porque ofenden a Alá. Casi nadie está de acuerdo, pero nos han creado un profundo complejo de culpa y no nos atrevemos a verbalizarlo. ¡Mira que si dicen que hemos perdido la empatía! ¡Mira que si nos tachan de insolidarios y de poco misericordiosos! Con eso juegan nuestros dirigentes al servicio del Gran Ojo que todo lo ve. La manipulación de los sentimientos es un arma poderosa y la están empleando en forma de bombas de racimo. Y es que una cosa es prestar ayuda a los necesitados –léase en este caso inmigrantes y refugiados—, y otra muy distinta es que bajo este disfraz y a través de las mafias estén entrando miles de “soldados de la guerra santa” –al más puro estilo de La Eneida—, dispuestos a inmolarse para caer en brazos de sus huríes, y arsenales de armas que para sí las quisieran nuestros policías. (Aprovecho para decir que las fuerzas del orden están aterradas, porque no saben muy bien cómo acabará todo esto).

Las medidas que acaba de tomar la Unión Europea, algunos las comparan con el rechazo a los judíos en otro tiempo. Creo que no es comparable. Apelar a nuestra conciencia insistiendo en que se trata de personas, y que no debe importar la nacionalidad ni la religión, es, cuando menos, demagógico. En efecto, son seres humanos, pero fanáticos seguidores de una religión excluyente y violenta; una religión que considera infieles a los que practican otros cultos, sobre todo a los católicos. Estos están siendo torturados y asesinados en los países islámicos. El islam, más que una religión, es un sistema de vida, donde las mujeres tienen menos derechos que los camellos, y a los homosexuales se los ahorca. Supera en ferocidad al catolicismo fanático de las peores épocas.

Para tener derecho a asilo político o a cualquier tipo de prestación y/o permiso de residencia, inmigrantes y refugiados deberían comprometerse a cumplir nuestras leyes y adaptarse a nuestras costumbres. Y si les molestan las cruces, el jamón y el vino, les queda la solución de volverse a sus países.

Hay que recordar que la precuela de este novelón no se hubiera escrito sin la colaboración de Estados Unidos –siempre al servicio de los sionistas del NOM—, tras el autoatentado a las Torres gemelas, pretexto para la invasión de Iraq, tras el bulo de las armas de destrucción masiva, el bombardeo a Libia después, seguido del rosario de guerras y guerrillas hasta acabar en Siria a cuyos alzados contra el gobierno de Al Assad proveyó de armamento. Eso sí es matar varios pájaros de un tiro. De aquellos polvos vienen estos lodos. Asumir las desastrosas consecuencias de todos estos hechos, planificados para el caos y otros fines aviesos, sería seguirles la corriente a los señores del Mal.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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