Isabel San Sebastián

Podemos no cree en la libertad. Tampoco en las reglas del juego vigentes en nuestro Estado de Derecho

Podemos no cree en la libertad. Tampoco en las reglas del juego vigentes en nuestro Estado de Derecho
Isabel San Sebastián

Pedro Sánchez es ambicioso. Bloqueada su vía preferida de acceso al puesto de mando, que ya ha saltado por los aires y esta tarde, probablemente, rubricará su defunción

Isabel San Sebastián asegura que con Podemos no se puede ir ni a heredar, en clara referencia al socialista Pedro Sánchez, pero al mismo tiempo deja un recadito a aquellos que alentaron al partido de Pablo Iglesias para que dividiese a la izquierda. Un sagaz, dice con ironía la periodista y escritora.

Pedro Sánchez tiene muy buenas razones para querer blanquear su acuerdo de Gobierno con Iglesias metiendo en él a Rivera en calidad de coartada o elemento legitimador. Podemos no es una fuerza democrática al uso, homologable al PSOE o incluso a Izquierda Unida. No defiende posiciones ideológicas compatibles con el pluralismo. Ni siquiera se molesta en disimular su verdadera naturaleza levantando la voz para condenar la persecución implacable que sufre la oposición en Venezuela o en Cuba. Podemos no cree en la libertad. Tampoco en las reglas del juego vigentes en nuestro Estado de Derecho, si bien ha demostrado auténtica maestría burlándolas a través de la fundación CEPS o las espectacularmente bien retribuidas asesorías de Monedero, fuente de millonarios recursos procedentes del régimen chavista. Podemos es un socio difícilmente presentable en sociedad, por más que sus diputados resulten indispensables para conducir al líder del PSOE hasta la Moncloa. Él lo sabe, lo saben sus «barones», algunos de sus votantes (seguramente una minoría) y lo sabe también Ciudadanos, que por ello niega de plano la posibilidad de compartir cama con el partido de los círculos. Vamos, que rechaza sin ambages prestarse a ese «ménage a trois».

Dice sobre el líder socialista que:

Pedro Sánchez ha demostrado ser astuto. Su opción número uno era desde el principio lograr la investidura con el apoyo de los naranjitos y la abstención de los podemitas, o viceversa, escenario que llegó a vislumbrar hace unos días. En el entorno de Rivera había quien se dejaba seducir por la posibilidad de tocar poder sin más peaje que la aceptación «graciosa» de la venia morada, y entre los de Iglesias algunos nombres destacados abogaban por facilitar la formación de ese Ejecutivo, tan frágil como dependiente de su voluntad. Seguramente el ala dura del partido habría acabado imponiendo el criterio de exigir poltronas a cambio de votos, pero la posibilidad estuvo ahí, al alcance de la mano socialista.

La aparición de los documentos publicados por ABC, que dejan al aire vergüenzas inconfesables referidas a la financiación de Podemos, así como la influencia decisiva de los integrantes más solventes del grupo de Ciudadanos, parecen haber devuelto las aguas a su cauce natural. El cauce trazado en los términos del acuerdo suscrito con el PSOE, cuyo propósito era obligar al PP a sumarse a una gran coalición de fuerzas constitucionalistas y nunca servir de base a un Frente Popular blando como el que persigue Sánchez. Dicho de otro modo; que con Podemos uno no puede ir ni a heredar, ya sea absteniéndose para dejar ser vicepresidente a Iglesias, ya sea aceptando el apoyo expreso o tácito de sus representantes en el Congreso. ¡Ni a heredar!

Y asegura que:

Pedro Sánchez es ambicioso. Bloqueada su vía preferida de acceso al puesto de mando, que ya ha saltado por los aires y esta tarde, probablemente, rubricará su defunción, no es aventurado augurar que recurrirá al plan «b» del frente duro. Esto es, que dirá adiós Ciudadanos y abrazará sin pudor a Iglesias, previo cálculo del tiempo destinado a impedir que la sensatez persistente en el PSOE se encargue de frustrar la estrategia. Tengo para mí que no se reunió en secreto con Junqueras para hablar del cambio climático. Me dicen que el PNV ya tiene comprometido su respaldo al matrimonio, en caso de que se consume. Quien tuvo la «brillante» idea de alimentar a Podemos a costa de ignorar sus desmanes, con tal de dividir a la izquierda, puede estar hoy orgulloso/a de su gran sagacidad política.

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