Fermín Bocos – Travestismo político


MADRID, 8 (OTR/PRESS)

Vivimos tiempos confusos. Las expectativas electorales tienden a alterar el ecosistema político. O esa es la pretensión de algunos dirigentes. Ahora resulta que Pablo Iglesias se proclama socialdemócrata. Hasta hace dos días se confesaba comunista. ¿A qué obedece semejante ejercicio de travestismo político? No es difícil atar cabos. En puertas de unas nuevas elecciones cobra sentido difuminar el significado de los conceptos. En este caso de doctrina y etiquetas políticas. El joven tribuno que en su día proclamó su admiración por Vladimir I. Lenin no desconoce el balance histórico (trágico) que pesa sobre la etiqueta «comunista». Hace un par de días, llevado de un exceso de entusiasmo, ante un auditorio compuesto de empresarios y periodistas (Hotel Ritz, Madrid) también atribuyó la condición de socialdemócratas a Carlos Marx y a Fiedrich Engels los ¡autores del Manifiesto Comunista¡

Nadie se atrevió a refutar semejante «boutade», pero cualquier conocedor de la historia del movimiento obrero sabe que la pugna entre comunistas y socialistas -disputa del liderazgo de la izquierda europea- dio pie a durísimos enfrentamientos y descalificaciones a lo largo de los dos últimos siglos. Tras el triunfo de los bolcheviques en Rusia (con Lenin a la cabeza), la lucha pasó a ser un combate radical, sin cuartel. Cada vez que alguien se proclame, al tiempo, comunista y socialdemócrata se puede afirmar que pretende ocultar la primera identidad. El comunismo es una ideología históricamente desacreditada. Lo contrario de la socialdemocracia que, pese a sus errores, su desgaste y en ocasiones sus connivencias con lo peor del liberalismo salvaje, sigue estando detrás del mejor logro de la post guerra europea: el Estado del bienestar, columna vertebral de la política social en los países democráticos de la Europa occidental durante la segunda mitad del siglo pasado.
Hace dos años, durante la campaña electoral que llevó a Podemos al Parlamento Europeo (consiguieron 5 escaños) Pablo Iglesias decretó la muerte de la «vieja socialdemocracia». Hoy, con el viento de las encuestas a favor, ha decidido resucitarla. Rehabilitarla y darse de alta en ella a sabiendas de que ésta ideología tiene muy pocos puntos en común con el comunismo. Por no decir que ninguno. Por si había olvidado -las diferencias entre comunismo y socialdemocracia- se la están recordando en la Red desde Izquierda Unida, sus compañeros de viaje en la carrera electoral. Quien no oculta su condición de comunista es Alberto Garzón, secretario general del PCE. Garzón va de número cinco en la lista de Unidos Podemos por Madrid. En democracia, la transparencia es o debería ser una exigencia inexcusable. Claro que el propio Pablo Iglesias tiene dicho que él asume sus contradicciones. Visto como actúa, más bien parece que las cabalga.

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