Más que palabras – Un gobierno sin mochilas


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

Crecimiento económico y creación de empleo, sostenibilidad del Estado del bienestar, aumento de las políticas sociales, pacto por la educación, fortalecimiento de las instituciones y regeneración democrática, integración europea y pacto antiyihadista. Estas son los puntos que el comité nacional del PP puso encima de la mesa para empezar a trazar una hoja de ruta, con la que avanzar en un posible pactó con el PSOE y Ciudadanos. Dicho así cualquier partido, salvo por puro sectarismo partidista, estaría dispuesto a subirse a ese carro, pero como siempre el asunto está en la letra pequeña. Lo que todo el mundo tiene claro es que el PP tiene que negociar propuestas políticas en serio y no limitarse a pedir adhesiones y en ese sentido la próxima semana tiene que poner medidas concretas encima de la mesa. «Nos sentaremos con PSOE y Ciudadanos con un papel en blanco, inspirado en nuestro programa electoral, y sin líneas rojas» me decía Javier Maroto, una de las estrellas ascendentes del PP, que figura como ministrable en casi todas las quinielas.
Sea como fuere ni el PSOE puede seguir instalado en el «No es No» sin argumentar el porque de su negativa, ni Ciudadanos y el resto de los grupos pueden limitarse a hacer un cordón sanitario que en estos momentos, con los resultados electorales, no tendría un pase. Entre formar parte de un gobierno y quedarse en la oposición hay muchas posibilidades intermedias: desde una abstención para la investidura que permita una cierta estabilidad política, hasta los acuerdos puntuales pasando por acordar grandes pactos de Estado que todos entendería Según parece, Rajoy parece dispuesto a ofrecer a Sánchez la vicepresidencia y la mitad de los ministerios, que los socialistas podrían gestionar con cierta autonomía para imprimir un perfil progresista y poder exhibir los logros ante Podemos, que quedaría como la única oposición de izquierdas a ese Ejecutivo. Desgraciadamente a estas alturas nadie, entre los socialistas, ve posible un gobierno de coalición porque creen que eso sería su tumba política en un país demasiado acostumbrado a la alternancia bipartidista, donde las líneas rojas ideológicas parecen insalvables. Eso no significa que Rajoy no deba intentarlo hasta la extenuación para que los ciudadanos visualicen que las cosas han cambiado y no es hora de mirarse al ombligo o hacer ostentación de su pírrica victoria electoral.
Según publicaba ayer el Mundo el plan B contemplado por Rajoy en el caso de que el PSOE rechace el Gobierno conjunto, pasa por conseguir acuerdos entre los dos partidos para emprender el nuevo rumbo que necesita el país incluido una reforma de la Constitución con los socialistas. «En este caso, los populares piensan en una legislatura de dos años, tras los que se convocarían unas nuevas elecciones una vez puestas en marcha las reformas estructurales», señalaban.
Si finalmente se fuera a unas a una terceras elecciones sería letal para aquellos partidos que por su falta de cintura política imposibiliten la gobernabilidad del país.
Todos, incluidos Podemos, o al menos un sector de ellos, están convencidos de que unos terceros comicios pasaría una altísima factura, muy gravosa en términos de votos a las formaciones que impidan cualquier acercamiento y eso no les interesa a nadie. Hablando en términos prácticos, si de verdad Rajoy afloja y cede en temas cruciales para el Partido Popular como la reforma de la ley electoral, la educación, las pensiones, la Constitución etc, los ciudadanos no entenderíamos que este país siguiera instalado en la interinidad y entonces solo hay una solución: que dimitan y cedan el testigo a otros con menos mochilas a cuestas.

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