Fermín Bocos – Ajustando cuentas


No todo todas las noticias que proceden del Reino Unido invitan a la melancolía como ocurre con el resultado del referéndum del «Brexit». Hay otras que invitan a pensar que no hay que perder la esperanza de que los malos o quienes se pasan de listos paguen por sus arbitrariedades o fechorías políticas. Digo esto a cuenta de que un grupo de diputados británicos quieren procesar al ex «premier» Tony Blair por haber engañado, intoxicado o haber dicho medias verdades con el fin de arrancar del Parlamento un voto favorable a la participación del Reino Unido en la invasión de Iraq.
El trampantojo creado a uno y otro lado del Atlántico sobre las famosas armas de «destrucción masiva» que supuestamente almacenaba el dictador Sadam Husein y que buscadas tras la invasión y ocupación de Iraq por el combinado de tropas norteamericanas y británicas, jamás aparecieron.
La oportunidad, digamos política, del momento elegido para intentar sentar en el banquillo al camaleónico dirigente laborista se basa en que el día 6 de julio estaba previsto que se haría público el conocido como «Informe Chilcot», un concienzudo trabajo de investigación encargado por Gordon Brown, el sucesor de Blair, y en cuya elaboración su autor, John Chilcot, ha invertido siete años.
Todos los políticos que tuvieron un papel activo en el engaño (el citado Blair o Jack Straw que en la época de la invasión de Iraq era ministro de Asuntos Exteriores, los responsables de los Servicios de Inteligencia del momento y hasta un total de 150 personalidades) han sido encuestados por Chilcot. 179 soldados británicos perdieron la vida en el transcurso de operaciones de guerra desarrolladas en el sur de Iraq, la mayoría en la región de Basora.
Las estimaciones sobre el número de víctimas entre las tropas y la población civil iraquí oscilan entre los 150.000 y los 160.000 muertos. El ajusticiamiento de Sadam Husein y el posterior nombramiento de un gobierno pro occidental en Bagdad, no acabó con la violencia en aquél país. Miles de personas han perdido la vida en centenares de atentados a raíz de la guerra civil desatada posteriormente entre chiitas y sunitas.
La liquidación del gobierno baasista de Iraq –junto al de Siria, el único régimen laico de la región– está en el origen del nacimiento del Daesh, el autoproclamado califato islámico que entre otras muchos crímenes ha reivindicado los recientes atentados de País y Bruselas. José María Aznar, entusiasta comparsa de Georges Bush y de Tony Blair en la tristemente famosa «foto de las Azores», debe estar siguiendo con tanto interés como preocupación este asunto. En ocasiones, el cartero de la Historia llama dos veces.

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