Al margen – La realidad Pokémon


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Está la realidad como para aumentarla. Claro que esa aplicación de móvil que atiende al nombre de «realidad aumentada» lo que pretende es, más bien, disminuirla. Su percepción, me refiero. Así, bandadas, enjambres, grupos de criaturas de todas las edades, deambulan por las calles y los descampados jugando a una cosa llamada «Pokémon Go», un vídeo-juego al aire libre que se apoya en la dicha aplicación o truco de feria de la «realidad aumentada» para que su usuario cace muñequitos de indescifrable estética que se figura que andan esparcidos por ahí.
Dos cosas llaman la atención del fenómeno que, por lo visto, ha enloquecido a millones de personas de todo el mundo: que haya tanta gente que no tenga otra cosa mejor que hacer y que las bajas producidas en sus filas por atropello, precipitación o balacera no sean, de momento, demasiadas, si bien la pamplina masiva lleva pocos días funcionando y se prevén muchas más. Van los «pokemitas», en efecto, como poseídos por la vía pública, usando abstraídos la computadora portátil que un día sirvió para hablar por teléfono, y ni ven las zanjas de las obras, ni miran al cruzar, ni reparan en los ciclistas que atropellan a los viandantes, vayan colgados del móvil o no, en las aceras. Otros, entran en sembrados o en sitios poco recomendables sin saber dónde entran.
Esa súbita tropa que va haciendo el tolili por la realidad normal, no por la aumentada ni por la disminuida, va buscando Pokémons. Como lo oyen. Podían ir buscándose a sí mismos, o una librería, o un amor, o un amigo, o un empleo, o su lugar en el mundo, pero, a resguardo de que alguno de sus componentes busque también algo de eso, van buscando Pokémons. Es tal la locura que el otro día, en el Congreso, los diputados y los periodistas buscaban la autoría de los votos extra que había pillado el PP para la Mesa como si buscaran, también, Pokémons.
Tal es la realidad aumentada, es decir, disminuida, en tanto la otra, la que necesitaría una humanidad un poco más despejada para acabar con cuanto la entenebrece, por ahí anda, al pairo y sombría.

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