Escaño Cero – El crédito


MADRID, 15 (OTR/PRESS) Todos los presidentes de las Cortes han tenido el mismo problema y es que son presionados por el partido al que pertenecen para que favorezcan sus intereses.
Le está pasando a Ana Pastor y les ha pasado a sus antecesores en el cargo. Eso sí, unos han aguantado las presiones mejor que otros. El problema de fondo es que cuando un partido nombra o propone a alguien para un cargo institucional lo hace pensando en que esa persona pagará el peaje de aceptar lo defender los intereses del partido y eso, claro, termina restando credibilidad a las instituciones.
La cuestión de fondo es que los designados no deberían dejarse mangonear sino asumir que su compromiso es con la institución que representan.
El caso es que Ana Pastor ha llegado a la presidencia del Congreso con fama de ser una política con una trayectoria irreprochable. Es más, Ana Pastor siempre ha aparecido en las quinielas como posible relevo de Mariano Rajoy precisamente por su solvencia. Sin embargo, ese capital político lo está dilapidando al tomar decisiones que tienen más que ver con las necesidades de su partido, el PP, que con lo que sería bueno para la institución.
Negarse a convocar un pleno para que compareciera el ministro De Guindo ha explicar el fallido nombramiento de José Manuel Soria ha sido de una torpeza inimaginable en una persona siempre tan cuidadosa con las formas como venía siendo Ana Pastor. De Guindos ha comparecido en comisión y ahora Pastor ha convocado un pleno para después de las elecciones vascas y gallegas donde se volverá a tratar el caso Soria. O sea lo ha hecho tarde y mal y además enmascaran dolor dentro de un pleno ordinario.
No es ésta la única decisión de Pastor que evidencia que su obediencia partidista está por encima de la institución que representa.
Como tampoco se entiende que esté ralentizando la actividad parlamentaria y no se celebre un pleno hasta el 27 de septiembre. ¿Por qué?. La única respuesta es que el Gobierno no quiere ser fiscalizado por la oposición y se ampara en que está en funciones para eludir con descaro al Parlamento.
En mi opinión, a Ana Pastor aún le queda crédito para reaccionar y no dilapidar el capital político que le queda. Pero si continúa anteponiendo los intereses del PP y del Gobierno a los del Parlamento, su prestigio se evaporara con más rapidez de la que piensa.
Los presidentes del Congreso tienen que saber decir «no» a sus partidos actuando con independencia y defendiendo su compromiso con la institución que representan.
En política el crédito se gasta rápido y Ana Pastor esta dilapidando el suyo.

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