Victoria Lafora – Dos almas


MADRID, 17 Sep. (OTR/PRESS)

Antes de invitarnos nuevamente a las urnas en Navidad, los partidos políticos (todos menos Ciudadanos) deberán resolver el enigma de cuál es el alma con la que piensan seducir a sus votantes.
Por ejemplo, el enrocamiento de Rita Barberá en su escaño del Senado ha puesto de manifiesto que, incluso en un partido tan monolítico como el PP, una brecha divide en dos a la dirección de la formación: por un lado están los resignados, los que han tirado la toalla ante la corrupción que les anega y siguen la estrategia Rajoy, que consiste en «lo que no se menciona no existe», y por otro los jóvenes de la ejecutiva y los dirigentes regionales que ven naufragar su futuro en las cloacas de los casos Barcenas, Matas, Fabra… etc.
Pero, sobre todo, en el Partido Popular empieza a cundir el pánico ante el desplome de la imagen de un Rajoy paralizado ante los dos primeros escándalos de este fin abrupto del verano climatológico. Si se ha escondido de forma tan vergonzante ante el asunto Soria y la irredenta Barbera, ¿qué va a pasar cuando comiencen los juicios de la Gurtel, Barcenas, o la propuesta de Matas de «cantar» para librarse de la cárcel?.
¿Cómo puede un candidato hacer campaña si tiene que huir permanentemente de los periodistas encargados de contar sus propuestas?. Una de las almas del PP empieza a barajar, en caso de un triunfo claro de Feijóo en Galicia, la conveniencia de dar el relevo en el liderazgo. Y más si se tiene en cuenta que las «fugas» de Rajoy alejan un poco más la posibilidad de una abstención socialista.
Y hablando de los socialistas, son el más claro ejemplo de cómo las dos almas de un partido político pueden entrar en guerra en el momento más inoportuno. El intercambio de acusaciones y reproches, incluso de índole personal, evidencia la brutal brecha que separa a la actual dirección, con Pedro Sánchez a la cabeza, de los dirigentes regionales y la antigua guardia.
En lugar de exigir la convocatoria de un Comité Federal, donde todos tendrán que retratarse sobre el dilema de gobernar con Podemos o abstenerse con el PP, se pelean en los periódicos ante el temor de que Sánchez consulte de nuevo a la militancia que, cada día más, se niega a limpiar con sus votos la corrupción de las siglas de Rajoy.
Podemos, el tercero en discordia, ha entrado de lleno en la guerra civil y el espectáculo de la batalla por Madrid se extiende ya por otras autonomías. Mientras, Alberto Garzón se defiende para qué las luchas de poder, en las que él está claramente en el sector Iglesias, no le releguen a la irrelevancia o, en la trifulca, le pille alguna bala perdida. Esta desmembración interna justifica los cantos de sirena de Iglesias que, ahora sí, querría llegar a un acuerdo con el PSOE y con quién sea. Los que mantienen «prietas las filas» son los de Ciudadanos que ya no saben a dónde acudir con sus votos para lograr un acuerdo de gobierno. Su ambiguo apoyo al PP en los escándalos de Soria y Barberá cuestiona su exigencia de regeneración democrática y no quieren volver a las urnas.
Nunca la política española había estado tan emponzoñada.

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