MADRID, 11 (OTR/PRESS)
Si, como decía Azaña, para las cosas de gran fuste social (el patriotismo, la política…) conviene apelar a las zonas templadas del espíritu, aquellas que no se dejan arrebatar por las vísceras ni por la mística, habrá que reconocerle al presidente de la Gestora del PSOE, Javier Fernández, condiciones para transitar por el endiablado campo de minas en el que han venido a caer él y su partido.
Ciertamente, en un país tan proclive al energumenismo, tan permeable a las soflamas descabelladas, la templanza no es un valor que se cotice mucho, pero que el azar haya designado para sofocar un incendio político a un tipo que no lleva una lata de gasolina, ni ningún otro avivador del fuego, no puede sino aliviar a quienes deploran los discursos majaderos, sean éstos los peperos que se resumen en un «Rajoy o el diluvio», o los que, desde la no tan antagónica trinchera podemita, se complacen en las mamarrachadas del niño de las catapultas y del feroz asustaviejas.
No se sabe si el templado Javier Fernández logrará reconstruir el PSOE, o salvar siquiera los restos de su naufragio, pero sí parecen existir indicios de que no será él quien le propine el rejón de muerte. Para rehacer su partido, o para salvar de las aguas, milagrosamente, la brújula y el sextante, tendría que insuflarle, además de templanza, cierta vida, cierto fervor verdadero por todo aquello que los votantes españoles de izquierda liberal buscaron en vano en el PSOE hasta que se cansaron.
Es cierto que en la actual coyuntura, el PSOE sólo puede elegir entre lo malo y lo peor, para él y para España, pero también lo es que volverse loco, o caer en otra crisis de ansiedad como la que sufrió recientemente, no le valdrá para equivocarse lo menos posible. Pudiendo elegir, no tiene elección, pero aquí, para sobrellevar semejante cosa en el corto plazo y redirigirse en el medio, es donde tiene su importancia, una importancia radical, el sosiego de esas regiones templadas que Javier Fernández, por su temperamento, parece conocer.
Iceta anda algo destemplado pero se le pasará, la mano izquierda de Odón Elorza es un activo de futuro que el socialismo no debería volver a despreciar, Gabilondo sigue ahí, pero, entre tanto, no es poca cosa el cauterio de un hombre que piensa y habla bajo.