MURIÓ BORRACHA
Murió borracha. Doce años tenía,
y estaba divirtiéndose un montón,
disfrutando el rito del botellón
que es un gran logro de la progresía.
La Educación de la Ciudadanía
le había enseñado en una lección,
que emborracharse es una rebelión
y que ella podía hacerlo si quería.
Una paternidad irresponsable
y un izquierdoso y suicida buenismo,
que ve cualquier rebelión aceptable,
lleva a nuestros jóvenes al abismo.
A los padres y a los educadores
les esperan tremendos sinsabores.
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Por Salvador Freixedo
Último libro del autor:
«IGLESIA, ¡DESPIERTA!»
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