Antonio Casado – Coalición en Euskadi


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

«Más autogobierno», sin trasnochados sueños secesionistas. Y «dentro de la ley», sin desafíos sediciosos que no llevan a ninguna parte. Sobre esos dos términos de una sencilla ecuación reaparece en Euskadi el pacto de gobernabilidad apoyado en la ya clásica cooperación de nacionalistas y socialistas. De la mano de dos partidos históricos, el PNV y el PSOE. Dieciocho años después de la época de Ardanza en Ajuria Enea (1987-1998), se reencuentran en un Gobierno de coalición.
Excelente noticia. Para los vascos y para el resto de los españoles. En una tierra tan zurrada por el sufrimiento y la tensión política entre nacionalistas y no nacionalistas se abre paso la moderación. De este modo el PNV rechaza como compañeros de viaje al populismo de Podemos y el separatismo de Bildu, dos alternativas igualmente tóxicas.
Además el acercamiento a los socialistas, como ya ocurriese en 1987, tras la escisión protagonizada por Carlos Garaicoechea, no le produce ninguna incomodidad a los nacionalistas. No tienen necesidad de cambiar sitio el árbol de Guernica, ver pasar llorando a ninguna vieja ni esperar que sangren las piedras de Arrigorriaga, para subir los techos del autogobierno en el marco estatutario y negociar el derecho a decidir con el Gobierno central sin desbordar el Estado de Derecho. Todo ello mientras se trabaja a diario por mejorar la calidad de vida de los vascos.
Buena noticia también para los socialistas vascos. A pesar de ser cuarta fuerza en el Parlamento de Vitoria, ganan en protagonismo y visibilidad. De ambas cosas están muy necesitados después de la imagen de partido roto difundida tras la espantada de Pedro Sánchez.
El pacto, que les otorga tres consejerías, quedó ratificado este lunes por las ejecutivas del PNV y el PSE. La comisión gestora del PSOE lo ve con buenos ojos. Y lo incluirá en el orden del día del próximo Comité Federal para que, como órgano encargado de marcar la política de pactos, lo ratifique en su reunión pre-navideña. Lo hará sin ningún problema. En este caso ni pone ni quita al acuerdo el hecho de que la secretaria general de los socialistas vascos, Idoia Mendia, figure en la nómina de barones que apoyan a Pedro Sánchez.
En cuanto a Iñigo Urkullu, aunque no se lo proponga, es evidente que su conducta política debilita el desafío del nacionalismo catalán. Si se prefiere, refuerza las posiciones de los tres partidos de inequívoco compromiso constitucional (PP, PSOE y Cs), pues ofrece un modelo de integración apacible en el orden vigente. Y por la misma razón, el PSOE queda a cubierto de eventuales reproches por presunta colaboración con las ideas identitarias. Pero siempre podrá decir que dispone de al menos cuatro años para persuadir a la ciudadanía vasca de que la integración apacible en el Estado es mucho mejor para todos.

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