MADRID, 21 (OTR/PRESS)
Siempre he sostenido que los políticos tienen sueldos muy bajos comparados con su responsabilidad. Al menos el 75% de ellos. El resto cobran muy por encima de sus aptitudes, su preparación y su inteligencia, y es muy probable que no encontraran acomodo, ni siquiera en una juguetería para reforzar la plantilla en la semana de Reyes. Pero si exceptuamos esta cuarta parte de paniaguados en agradecimiento a los servicios prestados, hablar de que los políticos cobran mucho dinero es una demagogia digna del mismo intelecto que los paniaguados. Otrosí, hay demagogos tan cortos de inteligencia que abogan por rebajarles más los sueldos, en un ambicioso proyecto para que, en el futuro, sólo se dediquen a la Política los tontos contemporáneos y los corruptos con ambición de prevaricar y corromperse. ¡Excelente panorama!
No obstante, y sin contradecirme, a pesar de esta premisa y dada la situación de hipersensibilidad presupuestaria, la decisión de la Generalitat de Cataluña de aumentar el sueldo de sus cargos es de una inoportunidad que debería figurar en una Antología de lo Extemporáneo. De hecho, los cargos de la Generalitat -desde los que adoctrinan en TV3 hasta los que gerencian puertos, pasando por los consejeros- cobran unos estipendios superiores a los del presidente del Gobierno del Reino de España.
Decirnos al resto de los españoles que les robamos, llevarse la parte del león del FLA (Fondo de Liquidez Autonómica), tender la mano un día sí, y otro también, bajo la excusa del ahogo presupuestario y, a la vez, subirse los sueldos, es de un desparpajo y un desprecio que pasman.
Claro que esta actitud tiene su correlación en la administración municipal, central y autonómica, donde sobreviven cientos -y digo bien: ¡cientos!- de empresas que no tienen ninguna razón de ser, salvo que sirven para pagar las nóminas del nepotismo rampante. No, no se llega a nombrar obispo a un sobrino de 12 años, pero se le proporciona un sueldo a un sobrino de 18 que por la mañana no hará nada y, por la tarde, lo pasará a limpio. Desparpajo y desprecio. Nos lo merecemos.