Isaías Lafuente – A buenas horas


MADRID, 30 (OTR/PRESS) Hace menos de 15 días el rey inauguró oficialmente la XII Legislatura en el Congreso de los Diputados y estas dos intensas semanas nos han mostrado la fisonomía de un parlamento en el que una oposición heterogénea está mostrándose capaz de articular mayorías capaces de sacar adelante iniciativas que pueden condicionar a un gobierno en minoría.
En diversas formas de moción, proposición de ley o no de ley y propiciadas por diferentes formaciones, una mayoría del Congreso ha manifestado su voluntad de suspender la Lomce y derogar la ley de Seguridad Ciudadana, conocida popularmente como la ley mordaza, dos iniciativas emblemáticas de la legislatura en la que Mariano Rajoy gobernó con una aplastante mayoría del PP. También han aprobado una subida del salario mínimo, una moción contra la amnistía fiscal y han instado al gobierno a prohibir los cortes de suministro eléctrico a personas en situación de vulnerabilidad. Y por si fuera poco, en la sesión de control de este miércoles, a una semana del 6 de diciembre, el PSOE y Unidos Podemos han reclamado al Gobierno una reforma de la Constitución en esta legislatura para «dar respuestas» al problema de Cataluña, Algunas de estas iniciativas tienen sólo valor simbólico y será imposible que salgan adelante. Otras sí que pondrán al gobierno contra las cuerdas y Rajoy se verá obligado a «aplicar las que sea obligado aplicar», tal y como ha manifestado con su conocida retórica de lo obvio. Para otras, el gobierno intentará agrietar mayorías a base de acuerdos puntuales o utilizar el recurso legal que le permite vetar iniciativas que supongan incrementos presupuestarios. Y no hay que olvidar que, ya en su discurso de investidura, Rajoy advirtió que la paciencia tiene límites y que si le torpedean en exceso convocará elecciones, habida cuenta de que le soplan vientos favorables.
De momento, los portavoces de los diferentes partidos de la oposición están exhibiendo músculo cada vez que una de sus iniciativas sale adelante contra la voluntad del gobierno, colgándose medallas con gran optimismo, como si la mera propuesta fuese ya ley orgánica vigente, ocultando los pormenores del farragoso y exigente proceso parlamentario. Y no les restaremos méritos, pero cabe preguntarse por qué esta voluntad transversal y mayoritaria no fue capaz de articularse para impedir que llegase a La Moncloa el gobierno al que ahora se pretende condicionar desde la Carrera de San Jerónimo. Habría sido mucho más sencillo.

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