Más que palabras – Autopistas fantasmas y dinero público


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

Vivo en Toledo y trabajo en Madrid, mis horarios son incompatibles con el AVE, por lo que mi medio de transporte es mi coche en definitiva mi gran herramienta de trabajo. Algunas veces, pocas y en ocasiones puntuales, me he visto obligada por la congestión del tráfico a utilizar la autopista de peaje, que me suele costar ocho euros aproximadamente. Nunca jamás me he encontrado ningún vehículo durante el trayecto y en alguna ocasión he llegado a comentar con mis amigos que parece una autopista fantasma, que casi da miedo circular por ella porque se tiene la sensación de que si, casualmente te ocurre algo y tienes una avería o un accidente nadie vendrá a socorrerte. La autopista se construyó en pleno boom del ladrillo, en plena burbuja, cuando parecía que todo «el monte era orégano» como dicen en mi tierra, y ya entonces se vio que existiendo una autovía convencional, su utilidad sería poca por no decir nula.
Ahora el ministro de Fomento, Iñigo de la Serna ha confirmado que el Estado se tendrá que hacer cargo definitivamente de las autopistas de peaje que se encuentran en quiebra, entre ellas la que yo he utilizado en contadas ocasiones. En dinero contante y sonante podría suponer un desembolso de entre 4.500 y 5.500 millones de euros, para intentar sacar adelante las cuatro radiales de acceso a Madrid -gestionadas por un consorcio compuesto por Abertis, ACS, Sacyr y Bankia-, la M-12 de acceso al Aeropuerto de Barajas, la AP-41 Madrid-Toledo, la circunvalación de Alicante y, la que une Cartagena con la localidad almeriense de Vera.
Todas ellas han sido un negocio ruinoso y ahora papá estado, que puede con todo, se tendrá que hacer cargo del asunto, algo que prevé la legislación actual porque en los contratos de concesión existe la cláusula de Responsabilidad Patrimonial de la Administración (RPA), que obliga al Estado a asumir la gestión de una infraestructura que está en quiebra y, además, abonar a las compañías que tienen la concesión el importe de la inversión que no han recuperado.
De cara a la opinión pública es muy difícil de explicar porque una mala gestión privada la tenemos que pagar todos cuando los beneficios si todo va bien se lo quedan las empresas. La verdad es que todos tienen parte de culpa y la Administración mucha porque en su día al olor del dinero fácil en plena «España de los milagros económicos» planificó una serie de infraestructuras innecesarias y poco rentables con unos parámetros de volumen de negocio que con la crisis lógicamente se han ido al traste .
Se ha publicado y es verdad que casi todo se hizo mal, que las expropiaciones tuvieron unas desviaciones superiores al 600 por ciento y en algunos casos sólo ha circulado el 16% del volumen previsto. Llegados a este punto, lo justo sería abrir una investigación de porque se ha hecho las cosas así para acabar nacionalizando estas autopistas, pero seguro que al final no se encontraran responsables y como el dinero público no es de nadie según dijo una ministra en su día, pues… ancha es Castilla.
«El Gobierno había prometido que el rescate de las autopistas deficitarias no costaría un euro a los contribuyentes. De hecho, propuso un plan a las empresas y a sus acreedores por el que el Estado se haría con la explotación de las infraestructuras a cambio de una quita del 50% de la deuda y el pago de las cantidades pendientes a 30 años, que se sufragarían con los ingresos de los peajes. Pero este convenio fue denunciado por algunos acreedores y, posteriormente, tumbado por los tribunales «se podría leer ayer en algún periódico. Al final las cosas no han salido así y el propio ministro, aunque insistió en que Fomento continúa intentando negociar con los bancos acreedores un posible acuerdo, reconoció que eso era prácticamente imposible.
El asunto es una patata caliente de complicada solución porque ose cierran -ya que ni son ni aparentemente serán rentables- o se quitan los peajes para convertirlas en autovías pero en el camino se habrá dejado un dineral de todos. La España del despilfarro ha dejado esquilmadas las arcas públicas, destapado la apestosa y bochornosa mancha de la corrupción a todos los niveles y dejado para el recuerdo unas infraestructuras fantasma (aeropuertos, polideportivos, urbanizaciones o autopistas etc), que son el ejemplo de lo que nunca más se pueden volver a repetir. ¡Qué vergüenza!

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