Más que palabras – Impuestos y servicios


MADRID, (OTR/PRESS)

He leído estos días que en España hay 97 impuestos sumando los del Estado y las Comunidades Autónomas, y que el año que viene llegará hasta los 98, con la creación de la nueva figura que grava las bebidas azucaradas y carbonatadas e, incluso, podría ascender hasta 99 si también se acaba creando otro gravamen medioambiental. Este dato aportado por la Asociación Española de Asesores Fiscales (Aedaf), contrasta con los 68 que había en 2013 lo,que da por bueno lo que todos sabíamos: que hay una la voracidad recaudatoria de las administraciones centrales y autonómicas ha provocado la creación de 29 nuevas figuras o, dicho de otra manera, casi 10 impuestos nuevos al año. Lo sabíamos -aunque no conociéramos el dato exacto- porque lo padecemos y aunque a nadie nos gusta esa desagradable idea de sentirnos » ableados «, la cosa es aún peor cuando vemos que no han mejorado los servicios públicos, más bien al contrario, y da la sensación de que una parte de nuestro dinero se malgasta en cosas innecesarias, para satisfacer el ego de los responsables públicos o promocionar el voto cautivo, por no recordar la cantidad de políticos corruptos que se lo hayan llevado crudo.
La verdad es que en esto de la ejemplaridad de los cargos públicos a la hora de hacer frente a sus impuestos, hay casos especialmente sangrantes. El Mundo publicaba ayer que el ex vicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato engañó a Hacienda todos los años no prescritos previos a su detención, según la Fiscalía Anticorrupción. La fiscal Elena Lorente sostiene que Rato perpetró seis delitos fiscales tanto en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas como en el Impuesto de Sociedades, con una cuota defraudada resultante de 2,6 millones de euros sólo en los años en que el exministro no puede alegar prescripción.
El caso de Rodrigo Rato es sangrante y muy llamativo teniendo en cuenta que fue responsable del departamento que debía velar porque todos cumpliéramos con el fisco aunque desgraciadamente no es el único y sus prácticas fueron demasiado habituales en la España de la corrupción y el descontrol. Eso de que Hacienda somos todos es una broma de mal gusto, visto lo visto, pero lo que está claro es que cada día los políticos se inventan nuevos impuestos que literalmente nos asfixian, y mientras para los poderosos es facilísimo evitar su pago, el común de los mortales paga religiosamente al fisco y si no lo hace, la trampa se descubre de forma inmediata. Solo hay que echar un vistazo a lo que la gente normal y corriente opina cuando vemos lo fácil que lo tienen algunos para defraudar. Esto figuraba en los comentarios de la noticia de Rodrigo Rato y el ciudadano que lo escribía está cargado de razón:» Yo me he desgravado sin querer una hipoteca que pensaba que era desgravable, pero resultó no serlo. Me equivoqué y entiendo que tengo que pagar. Pero como soy ciudadano de segunda, no como Rato, he tenido que ir a Hacienda nosecuantas veces (por la mañana, claro), me han llegado a acusar de que tenía esa vivienda -familiar alquilada (que no era cierto) y me exigían demostrar que no lo estaba. Me han bloqueado las cuentas (la normal y la de ahorro, no crean que soy millonario) y hasta la tarjeta de crédito. Al ciudadano corriente le persiguen, le putean, le atosigan hasta exprimirle todo lo que debe. Luego están Rato y compañía, disfrutando y amasando fortunas, y haciéndonos al resto cada vez mas pobres. Buitres.»

Pues eso, se puede decir más alto pero, no más claro porque los que pagamos toda esta juerga somos siempre los mismos y lo haríamos con gusto si tuviéramos unos servicios, al menos, comparables al resto Europa. Se mire por donde se mire para pagar somos europeos pero a la hora de recibir nos parecemos mucho más a nuestros vecinos del sur y eso nos tiene hartos.

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