Siete días trepidantes – El debate que debería ver el comité del PSOE


MADRID, (OTR/PRESS)

Escribo desde París. Desde aquí sigo, no sin pasión, los debates que acompañan a las elecciones primarias; primero fueron las de la derecha, que ganó el muy conservador y tradicional Fillon, y se siguieron con pasión por los franceses, que, sobre todo, ansiaban ver caer a Sarkozy. Ahora son las primarias del Partido Socialista, que este viernes enfrentaron ante las cámaras de televisión a los siete contendientes del PS Francés. Un debate que deberían haber visto, sin la menor duda, los miembros del comité federal del PSOE que este sábado se reunieron para dilucidar qué hacer con el calendario futuro que saque al partido del marasmo en el que se encuentra.
Digo esto porque, con todos los vicios y defectos apreciables en el PSF, el debate entre los siete candidatos socialistas para enfrentarse a Fillon (y a la ultraderechista Marine Le Pen, no lo olvidemos), entre otros, tuvo, a mi entender, una altura considerable: los siete, del ex primer ministro Manuel Valls hasta su más directo oponente «interno» Arnaud Monteburg, desgranaron sus programas, unos más conservadores y «liberales», como el propio Valls, otros más radicales en la izquierda, como Benoit Hamon, o como la única mujer aspirante, Sylvia Pinel. Son diferentes, se atacan, pero se respetan y jamás darían el espectáculo que los españoles vimos en el PSOE en el comité federal del pasado 1 de octubre, que certificó la salida de Pedro Sánchez como secretario general… y que alguno de los asistentes tuvo que abandonar metido en el maletero de su coche para evitar las agresiones de los energúmenos enfurecidos que aguardaban a la salida de Ferraz.
Ignoro cuántos franceses acudirán a las urnas primarias a votar, dentro de una semana, quiénes serán los dos «finalistas» de entre los siete socialistas que se enfrentarán a finales de este mes para competir en mayo frente a Fillon, a Le Pen, al centro-izquierdista ex ministro de Economía Macron, que encabeza la formación «en marcha» y al izquierdista-ecologista-poscomunista Melenchon, que habla de la «Francia insumisa». Unos dicen que Valls será el favorito, otros que Montebourg, otros que Hamon… O puede darse la sorpresa; lo importante es que el proceso está siendo ejemplar, como lo fue en la derecha, y que en él participa todo aquel ciudadano que se sienta lo suficientemente interesado en inmiscuirse en el proceso político.
Así, tras la primera votación entre los siete, dentro de dos semanas conoceremos, en una segunda carrera en las urnas «internas», quién de los dos que lleguen a la «final» será el candidato del PSF a las presidenciales. Y se habrá movilizado a millones de personas en el proceso.
Nunca he entendido la fobia contra las primarias de algunas formaciones españolas, la verdad; y menos entendí la zapatiesta que se montó cuando una personalidad política como Cristina Cifuentes sugirió, de cara al congreso del PP, que el presidente del partido se atenga a una elección de «un hombre, un voto». Ni hablar, le dijeron: ¿es que acaso estaba la presidenta madrileña conspirando contra Rajoy?

Claro que, puestos a hablar de zapatiestas, tampoco acabo de entender la que tiene montada el PSOE, donde aún desconocemos si finalmente se presentarán Susana Díaz, Patxi López o el mismísimo autodefenestrado Sánchez (u otros) a sus propias primarias por la secretaría general, en mayo, y a encabezar por tanto el congreso federal del partido, que se celebrará en junio con año y medio de retraso estatutario. Por eso digo que todos aquellos que tanto gustan de enredarse dialécticamente en las interminables peticiones de palabra del comité federal deberían ver con qué contundencia, simplicidad y eficacia se resuelven las pugnas por el poder en los debates ante las primarias de las formaciones francesas. Y, ya puestos, quizá también les conviniese darse una vuelta por el modo de hacer partidos en Francia (ya digo, que sin duda también tiene su parte criticable) a las dos fracciones que, en Podemos, mantienen un muy interesante debate interno acerca de cómo insertarse en la sociedad… o cómo darle la espalda.
Porque lo que sigue fallando en las formaciones políticas españolas es esa transparencia que invita a los ciudadanos a participar desde el principio en el proceso de elección de quienes serán sus representantes. Así que menos artículos en los medios de quienes acaso serán (o no) candidatos, que utilizan un metalenguaje solo apto para ellos mismos y su reducido círculo, y que para nada piensan en el hombre de la calle, y más debates públicos entre gentes que declaran abiertamente que desean liderar sus partidos y dicen con claridad cuáles son sus programas de actuación. Y de eso, véanse, si no, los comités federales, o las juntas directivas nacionales, o las reuniones de los comités ejecutivos de las formaciones españolas, o los propios congresos que ya se avecinan, de eso, digo, nosotros no tenemos.

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