Fermín Bocos – La amenaza del populismo


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

Siguiendo la melancólica recomendación de André Gide -«Todas las cosas ya han sido dichas, pero como nadie escucha, es preciso comenzar de nuevo»-, parece obligado alertar sobre la amenaza que se cierne sobre la democracia como consecuencia del auge de movimientos populistas en varios países de la Unión Europea.
No hay dos iguales -Le Pen en Francia, Wilders en Holanda, Frauke Petry en Alemania, Hofer en Austria o Urban en Hungría- pero todos comparten las mismas fobias: son anti europeístas , ultranacionalistas y xenófobos. La UE es su «bestia negra» y no distinguen entre inmigrantes y refugiados. Sus discursos ofrecen respuestas demagógicas a todos los problemas del momento. El paro se lo endosan a la globalización y a los inmigrantes. En su decir, los trabajadores extranjeros «roban» el empleo a los nacionales. Otro tanto sucede con el terrorismo. Ven terroristas potenciales en todos y cada uno de los refugiados que llegan a Europa huyendo de las guerras de Siria, Iraq o Afganistán.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el triunfo del «Brexit» en el Reino Unido les ha dado alas. Creen llegada su hora. Sus proclamas nacionalistas nos devuelven el eco de los peores años vividos por Europa en la primera mitad del siglo XX. Decía Ernest Renan que el nacionalismo es el fruto amargo de la tergiversación de la propia historia y el odio a los vecinos. François Mitterand iba más lejos. Para él, el nacionalismo era la guerra. Compartía la idea muy extendida de que las dos guerras mundiales en cierta medida habían sido «guerras civiles» entre Francia y Alemania. Sin omitir el pánico que se instaló en las cancillerías de la época tras la caída del zar y el triunfo en Rusia de la Revolución comunista de 1917 hay un consenso entre los historiadores sobre cómo el efecto devastador de la crisis del 29, que empujó a la exclusión y a la miseria a millones de personas, actuó de catalizador del auge de los fascismos en el Viejo Continente.
Las masas de desempleados desesperados fueron el caladero donde pescaron los demagogos del momento.
Salvando las distancias, algo parecido a lo que sucede en nuestros días. El fascismo ya no comparece de uniforme. Con botas y correaje. Pero los discursos del Frente Nacional en Francia o los del FPÖ, la extrema derecha austriaca, dan miedo. Por no hablar de las soflamas del holandés Geert Wilders. Es un proceso que se ha repetido a lo largo de la Historia :se aprovechan de la democracia para combatirla. Ahora que vamos a conmemorar el 60 aniversario del Tratado de Roma que fue el puerto de partida de lo que hoy es la UE parece llegada la ocasión para renovar los valores sobre los que los padres fundadores (Monnet, Adenauer, Schuman, De Gasperi, Spaak) levantaron aquella utopía convertida hoy en edificio y barrera contra las nuevas formas de populismo.

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