Más que palabras – Carmen verde y roja


MADRID, 11 (OTR/PRESS9

Hace tiempo un ex ministro de Defensa (que consiguió ejercer su cargo sin demasiados sobresaltos) me contó que ese departamento imprime carácter y que, como quien no quiere la cosa, a medida que uno se va acostumbrando al rito y la liturgia militar, al toque de corneta, el izado de bandera, la disciplina, el mando y el ¡Viva España!, por muy civil que se sea, cambia tu perspectiva. Le recordé esta reflexión a la entonces ministra, Carmen Chacón, cuando vi su expresión descompuesta dando el pésame a las víctimas de un atentado suicida de Afganistán observando su saber estar, sin mover un músculo cuando escuchaba sobre el terreno como nuestros blindados son una especie de lata de hojalata ante la potencia de los ataques terroristas.
La ministra, que en una entrevista que le había hecho antes de ejercer ese cargo y condición se definió a sí misma como «una persona verde por fuera y roja por dentro», muchos años después -cuando ya estaba con pie fuera de la política- me contó con detalle la cantidad de veces que tuvo que explicar que esa definición no la convertía ni mucho menos en una antimilitarista peligrosa. Le llovieron las críticas por tierra, mar y aire pero vimos a Carmen vestir el cargo con solemnidad con aquel ¡Viva España! con el que tomó posesión de su cartera (rodeada de altos mandos que juntos coleccionaban tantas estrellas como el firmamento), y luego todo el mundo se fijó en ella por ser la primera ministra embarazada dirigiendo nuestro ejército.
Tiempo después jugó fuerte para liderar el PSOE pero terminó siendo un «pudo haber sido y no fue». Entonces ni la puesta en escena, ni sus ojos llorosos y apenados ni su aspecto frágil de juguete roto y decepcionado por los navajeos de sus compañeros pudieron tapar la potencia de la carga de profundidad que dejaron sus palabras. «En los últimos días hemos asistido a una escalada que ponía en riesgo la unidad del partido, la autoridad del presidente del Gobierno y secretario general, nuestra imagen colectiva, incluso la estabilidad del gobierno», dijo poniendo el dedo en la llaga de lo que ha ocurrido desde aquellos días en la calle Ferraz. No puso nombres a esos que estaban dispuestos a matar al padre con tal de coger las pocas migajas que quedaban de la herencia, pero no era necesario y oímos a algunos -que hoy la lloran amargamente- llamarle la niña y conspirar todo y más.
Con Carmen a mí me ocurrió algo que cada vez pasa menos entre un político y un periodista: comencé entrevistándola y terminé teniendo muchas coincidencias personales con ella, de tal modo que las últimas veces que hemos hablado nos hemos centrado más en nuestras vidas privadas que en la política. El último día que charlamos brevemente fue en el acto de presentación de la candidatura de Susana Díaz y solo hablamos de nuestros hijos tal vez porque nos era más gratificante eso que entrar en la guerra fratricida que asola su partido. Su súbita muerte a los 46 años víctima de una cardiopatía congénita, enfermedad de la que ella hablaba con toda normalidad, ha sido una conmoción para la clase política y para la opinión pública de nuestro país y ha dejado una sensación terrible entre los socialistas que han visto como ni siquiera la muerte prematura de una dirigente tan relevante, tan querida y respetada ha servido para acercar posiciones en la contienda de las primarias. No tuvimos la «foto de la unidad» porque hubo una premeditación por parte de los distintos equipos para que los candidatos, que aspiran a liderar el partido, no se encontrarán en la capilla ardiente de la calle Ferraz y aunque vimos un saludo fugaz entre Pedro Sánchez y Patxi López fue tan frío y distante que se vio claramente cómo están las cosas.
Carmen rompió un trozo de ese tremendo y pesado techo de cristal que nos acompaña a todas las mujeres nos dediquemos o no a la política. Primero lo hizo saltar en el Ministerio de Defensa y luego cuando aspiró a la secretaria general aunque su carrera política se frenara en seco al ser derrotada por Rubalcaba, por escasos votos. Se ha escrito estos días que entonces el partido perdió una oportunidad de renovar su liderazgo y sus cimientos ideológicos y es cierto. Ya no sabremos que hubiera pasado si las cosas hubieran sido al revés si ella, al final, no hubiera abandonado la política para trabajar en un despacho de abogados pero su legado para el PSOE y para todas las mujeres ha sido muy importante. Hoy gracias a ella se ha avanzado un poco más en el duro y tortuoso camino de la igualdad y esa no es poca cosa. Gracias Carmen.

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