Fernando Jáuregui – Lo malo no es tropezar dos veces con la piedra…


MADRID, 23 (OTR/PRESS)

Dice un proverbio que encontré no sé dónde que lo malo no es que el hombre tropiece dos veces con la misma piedra: lo verdaderamente malo es que se encariñe de ella. Pedro Sánchez ya tropezó, a su llegada hace tres años a la secretaría general del PSOE, con la piedra de la UE, al negarse, contra lo que decían los socialdemócratas europeos, a respaldar a Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea. Hubo no poco revuelo y algún periodista que conozco pudo escuchar, en una cena en Bruselas, algunas lindezas salidas de la boca de Juncker para referirse al entonces flamante secretario general del PSOE. Yo mismo fui testigo de algunas cosas que decían, y no reproduciré, ciertos europarlamentarios españoles, socialistas incluidos. Ahora, Sánchez vuelve a tropezar con la misma europiedra. ¿Le habrá cogido cariño?

Primero, el PSOE dijo que sí al Tratado europeo con Canadá, CETA, que la Unión trata de desbloquear cuanto antes y se votará el jueves en el Parlamento español. Luego llegó Sánchez y mandó parar: sería «no». Revuelo. Y, ante el barullo, nueva decisión: el PSOE se abstendrá, parece que porque los sindicatos (y Podemos, desde luego) dan la espalda al convenio europeo-canadiense, que, por cierto, está apoyado por los socialistas europeos, Sánchez excluido. En menos de una semana, tres posiciones diferentes ante un convenio de casi dos mil páginas, que obviamente nadie en la sede de Ferraz -ni en ninguna otra -ha leído con la suficiente atención.
Pero traigo aquí el CETA, cuestión en la que nadie es experto y que andaba por ahí, soslayada, para referirme a la imperiosa necesidad de que el «nuevo» PSOE se dote cuanto antes de una estrategia y de tácticas adecuadas para asumir su posición como segunda fuerza política del país. No se puede ir con el «no, no y no» a todo lo que se mueve, si es el Gobierno quien lo mueve. Y conste que he defendido en radios y televisiones, ganándome no pocos pescozones desinformados en las redes sociales, la idea «pedrista» de que España es un país de hecho plurinacional, y que reconocerlo favorecerá la unidad del país.
Lo malo es que, tras su valiente (e inexplicada: ¿para cuándo una rueda de prensa, Pedro?) propuesta, el ejército de Pancho Villa se lanza a las matizaciones, ampliaciones y «explicaciones». España ha de ser plurinacional ¡como Bolivia!, dice Adriana Lastra, la «número tres» del renovado PSOE. Nadie, que yo sepa, la ha desautorizado en la sede del histórico partido fundado por Pablo Iglesias (Posse), ese partido del que quiere apoderarse, por cierto, Pablo Iglesias (Turrión).
Comprendo que han sido muchas las tensiones internas derivadas de cuanto ocurrió en 2016 en el interior del PSOE; me parece razonable invocar la campaña electoral interna para justificar que han estado distraídos para elaborar un verdadero, coherente, creíble, progresista, programa alternativo «de izquierdas». Pero hoy, la verdad es que el PSOE carece de ese programa, mientras desde Podemos tratan de atraer a los socialistas a acciones como la del rechazo al CETA, sabiendo que, para Sánchez, ese paso va a serle muy costoso. ¿Qué es ser de izquierdas? ¿el ya olvidado Hamon? ¿el británico Corbyn? ¿los alemanes de la SPD? ¿Tsipras? ¿el renacido Renzi?

Yo sugeriría a los «sanchistas» que elaboren un manual para orientar a la ciudadanía acerca de lo que les separa irremisiblemente de Podemos -el Podemos de Pablo Iglesias (Turrión)–, y hasta dónde podrían llegar con ellos. Que nos digan cómo quieren situar a España en el marco europeo y mundial, qué oferta fiscal tienen en mente, cuál educativa, sanitaria y, desde luego, territorial. Porque, la verdad, no me han bastado las explicaciones bolivianas de la señora Lastra sobre la «plurinacionalidad», concepto que, ya digo, yo en principio no rechazo del todo, aunque justo es que reclamemos más precisiones. Lo mismo que acerca de la reforma constitucional nunca explicitada. Y tantas cosas.
Que la oposición, señor Sánchez, ha de ser constructiva. Superar, con propuestas y programas concretos, el inmovilismo del Gobierno. Y no se trata, como hace la señora comandante-diputada, de gritar que el PP canta el cara al sol brazo en alto. Ni de justificar la propia «marcha hacia La Moncloa» solamente en la «corrupción» de quien ahora la ocupa, gracias, por cierto, a los votos de los españoles. Venga, hombre, que los tiempos son otros y los ciudadanos no se chupan el dedo. Y necesitan que esa alternativa, el PSOE, se ponga a caminar y a trabajar de una vez con coherencia.

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