Luis del Val – Sigan mirando de lado


MADRID, 29 Jun. (OTR/PRESS)

Si a determinadas horas, en Atenas, París o Berlín, la mayoría de los ciudadanos no se arrodillan sobre una alfombra orientada hacia La Meca y se ponen a rezar, es debido a que hace casi quinientos años, en el Peloponeso, las naves del Papa, de la República de Venecia y de Felipe II, se enfrentaron en una batalla llamada de Lepanto, que dejó hecho trizas el imperio otomano.
En aquella OTAN, llamada Liga Santa, España venía a ser como Estados Unidos ahora, y casi el 80% de los barcos y de los marinos eran españoles. Fue una batalla decisiva para el cristianismo, aunque quedaron comunidades musulmanas habitando en los Balcanes.
Creo que fue anteayer, cuando Italia recibió a 12.000 inmigrantes en sus costas, en un solo día. Y ha comprobado que no se puede mirar hacia otro lado, porque esta vez no se trata de una invasión bélica, sino pacífica, unos pobres seres humanos huidos, que necesitan ayuda, y ya no es un gota a gota, porque 12.000 personas en un sólo día es un manguerazo de alta presión.
Aquí estamos muy entretenidos con el Brexit. Y el Reino Unido cree que como ya no está en la Unión Europea y tiene una frontera natural en el canal de la Mancha, no va a llegar nadie, pero se equivoca. Comprendí que esto es imparable, cuando hace ya bastantes años, descubrí en Calatayud un restaurante chino. «Joder -me dije- si los chinos han llegado a Calatayud será más fácil que los musulmanes lleguen a Orense».
Los 11.000 millones de euros que le cuesta a la UE el Brexit es un problema, pero el problemón, el que cambia la geografía, es el movimiento migratorio. Y es complejo. Y entre la caridad universal y suicida, y el egoísmo inhumano de levantar vallas y barreras y disparar contra lo que se mueve, hay muchísimos matices. Pero nadie parece dispuesto a abordarlos. Desde el inane y estúpido cartel del Ayuntamiento de Madrid -«Refuges Welcome»- hasta los falsos amagos en Bruselas de enviar tropas al lugar de conflicto, nadie hace nada, aunque los tontos presuman. Sigan mirando hacia otro lado. Y calcule que sus hijos o sus nietos, a una determinada hora, se arrodillarán sobre una alfombra, que, claro, les extenderá un robot.

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