Victoria Lafora – Y punto


MADRID, 6 (OTR/PRESS)

Sentado en una mesa de deferencia, muy cerca del tribunal, con la ayuda permanente del abogado de Luis Bárcenas y el apoyo del presidente de la Sala, Mariano Rajoy salió ayer indemne de su declaración como testigo del caso Gurtel.
El primer interrogatorio, protagonizado por el letrado Benítez del Lugo, de la asociación ADADE, fue tan tosco, tan interrumpido por el presidente del Tribunal y el abogado de Bárcenas, que Rajoy se sintió a sus anchas. Incluso llegó a levantar la mano para responder a alguna pregunta que había sido protestada. La contundencia del «y punto» con que terminó algunas frases, rozaba la chulería. Incluso cuando el letrado le reprochó sus respuestas «a la gallega» se permitió decir «no van a ser a la riojana».
Se notaba que llevaba preparado el tema, que había repasado con juristas su primera comparecencia ante un juzgado por la financiación irregular de su partido y que los «no, no me consta» se debían utilizar lo menos posible.
El tono de sesión de control en el Congreso se perdió con las preguntas del representante de la segunda acusación particular. El interrogatorio, llevado en un tono suave pero mucho más duro en el fondo, consiguió que el presidente del Gobierno se sintiera menos cómodo.
Su argumentario, tan bien preparado, se quebró cuando se le preguntó por su famoso mail de «Luis se fuerte, hacemos lo que podemos». Ya sabía por entonces que Bárcenas tenía una cuenta en Suiza y, pese a todo, le dio ánimos. Pero, sobre todo, lo que interesó a la sala fue saber qué significaba el «hacemos lo que podemos». Tuvo Rajoy que recurrir a su ya larga dialéctica parlamentaria para argumentar que se refería a acciones que no perjudicaban «ningún proceso».
Otro punto sensible fue la también archiconocida reunión en Génova entre Arenas, Bárcenas y su mujer y el propio Rajoy, aquella en la que se pactó que conservaría despacho y secretaria pese a ser despedido, eso sí «en diferido».
Tampoco pudo explicar porque tras la reunión con el entonces tesorero, Alvaro Lapuerta, en la que tuvo conocimiento de que algunos proveedores usaban el nombre del PP para obtener beneficios en ayuntamientos de la Comunidad de Madrid, dio la orden de cortar con Correa pero no lo denunció en comisaría ni abrió una investigación interna.
Rajoy ha conseguido, incluso, colocar los mensajes que traía preparados: nunca se ocupó de cuestiones económicas en el PP, los sobresueldos de los papeles de Bárcenas eran un complemento que abonaba el partido y que se declararon a Hacienda.
En el terreno penal su comparecencia no ha aportado nada a la causa y a él mismo puede que no haya superado el nivel de la ligera incomodidad. Aunque ha quedado en el aire la petición de una nueva comparecencia, esta vez en el juicio por los papeles de Bárcenas que se celebrará en 2018.
No ha decaído, por mucho que lo intenten los dirigentes de Génova y el propio Gobierno, la responsabilidad política de unos hechos vergonzosos que permitieron a los populares presentarse a comicios autonómicos, municipales y generales dopados con una financiación ilegal.
La oposición ha comparecido, instantes después de abandonar Rajoy la Audiencia Nacional, advirtiendo que van a pedir su comparecencia en el pleno del las Cortes. Ya lo hizo una vez y se fue tan terne, difícilmente van a conseguir torcerle el brazo.
En el banquillo de los acusados no había nadie. Bueno sí, el ex alcalde de Majadahonda, Guillermo Ortega, conocido como «el albondiguilla», porque Bárcenas tuvo la deferencia de no acudir para que no se diga que vuelven a ser amigos.

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