Fernando Jauregui

El hombre más importante de Cataluña

El hombre más importante de Cataluña
Josep L. Trapero y las bombonas de Alcanar.

El hombre más importante de Cataluña en este cuarto de hora no se apellida Puigdemont. Ni Junqueras. Ni es diputado de esa CUP que parece que, desde su exigua minoría en el Parlament, controla lo que hacen y no hacen la Generalitat y el Ajuntament de Barcelona, que ha decidido, porque la CUP lo exigía, poner este sábado al Rey en ‘segunda fila’ en la manifestación de repudio contra el terrorismo.

No; el hombre que en este cuarto de hora está en el centro de todas las polémicas, acapara todas las miradas y aprensiones de futuro, se ha convertido en una especie de héroe para muchos catalanes.

Sus orígenes paternos están en Valladolid, es taciturno, severo con los periodistas, está en la cincuentena.

Se llama Josep Lluis Trapero y es el ‘major’ de los mossos d’esquadra, un pequeño ejército de diecisiete mil agentes, bien pertrechados y con medios más que suficientes, que han ejercido, aunque con algunos reparos, una encomiable labor en la detección y liquidación de la banda del terror islamista que el pasado jueves provocaba la muerte de catorce ciudadanos y dejaba herido a casi un centenar.

Como ponían de relieve algunos medios catalanes, los mossos han pasado del desprestigio -recuérdese aquel vergonzoso vídeo de torturas en una comisaría de la policía autonómica catalana- a la gloria. Justo es el elogio a lo que han hecho y a cómo los ha dirigido Trapero.

Incluso, me atrevería a elogiar, también con alguna reticencia, el papel del conseller de Interior, Joaquim Forn. Y digo lo de las reticencias porque es cuestión de tiempo que el señor Forn, un fanático ultra independentista, meta una pata sonada.

De momento, ya ha logrado que los sindicatos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil protesten por haber sido ‘ninguneados’ -menuda barbaridad– en las investigaciones de la célula yihadista. Y también porque el Parlament catalán, a la hora de repartir medallas y honores, se haya olvidado -menuda mezquindad– de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, premiando solamente ‘a los autonómicos’. Error tras error: esas sí que son actitudes sectarias criticables, mucho más todavía que el hecho de que el ‘número dos’ de los mossos dejase de tomar en consideración una información clave llegada de Bélgica sobre el imam de Ripoll. Es fácil atacar, desde el sofá y a posteriori, las investigaciones que, al final, han dado buenos resultados.

Ahora, con este nuevo protagonismo de los mossos, que la verdad es que se la han jugado en su combate contra la mayor amenaza que pende sobre Occidente, vuelven las especulaciones acerca de qué harán cuando, dentro de cinco semanas y media, tengan que seguir los dictados de la Generalitat o del Gobierno central en lo tocante a impedir que se celebre el referéndum independentista… o facilitar que se celebre.

Me dicen que Trapero, y con él la mayor parte de los responsables de la policía autonómica, guardan un impenetrable hermetismo: solo aseguran que ‘cumplirán la legalidad’, sin especificar lo que ellos entienden por tal, si obediencia al poder central o al autonómico, que sin duda van a darles órdenes contradictorias.

Por eso, todas las miradas convergen ahora en Trapero, que se ha ganado un indudable prestigio, al margen de su aspecto algo hosco y de sus desplantes, que me duelen en lo personal, contra algún compañero extranjero que le pedía que hablase en castellano, porque no le entendía en catalán.

Me cuentan que difícilmente podría considerarse al mayor de los mossos como un furibundo independentista. Tampoco busca, parece, más protagonismo político que el de la eficacia. Pero, me añaden, sus simpatías por el Gobierno central y sus representantes son más o menos las mismas que siente hacia esa Candidatura de Unidad Popular que acabará, temen en la Generalitat, cargándose, por exceso, el ‘procés’.

Un ‘procés’, el secesionista, que ahora está en buena parte en manos de los mossos. Quedan menos de cuarenta días para el potencial ‘choque de trenes’ y todos, mossos incluidos, guardan silencio.

De la irresponsabilidad política de estar dejando sobre los hombros de un cuerpo armado el futuro de un territorio y de sus habitantes es algo de lo que hablará la Historia. De Trapero, para bien o para mal, también hablarán, aunque, como decía Pujol cuando le respetábamos, no debería tocar, las páginas, buenas o malas, de la Historia; él tendrá que elegir. A eso hemos llegado.

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