Luis del Val – Presidentes y yogures


MADRID, (OTR/PRESS)

Albert Rivera quiere que los presidentes de Gobierno, como los yogures, vayan acompañados de su fecha de caducidad: ocho años. Para un yogur sería demasiado, pero Rivera cree que para un presidente ya está bien.
Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Entre las ventajas está evitar que el presidente vaya evolucionando hacia la condición de mandarín, circunstancia que en este país sólo le sucedió a Felipe González. Entre los inconvenientes, el más perceptible es que, cuando faltan dos años para terminar la legislatura, al presidente se le observará como una especie de interino, como ese jefe que ya ha anunciado su jubilación, y que casi extraña que, a la semana siguiente, siga en su puesto. La fórmula la conocen muy bien en Estados Unidos, y por eso, al presidente, en su segundo mandato le llaman el pato cojo: dice «cuá, cuá», y anda, y es pato, pero cojo. Es decir, el presidente preside, y sigue siendo la máxima autoridad, pero la gente lo mira como se mira a los cerdos a medida que se acerca San Martín.
Si Albert Rivera piensa que con esta reforma las cosas nos van a ir mejor, no soy quién para dudar de sus propósitos, pero supone una reforma constitucional, y las reformas constitucionales no se pueden llevar a cabo por mayoría simple, algo que creo que se le olvidó al anunciarlo, o no cayó en ello. Y, luego, el peligro del «poyaque», que suele acompañar cualquier reforma: «Po ya que estamos aquí, cambiemos también el suelo y tiremos la pared». Es decir, que puestos a limitar el mandato presidencia, y una vez abierto el melón constitucional abierto, haya unos que quieran limitar algunas cosas, y otros extralimitar otras, porque la tentación, cuando ya has traído el yeso y el pico, es difícil de resistir, y ya nos advirtió Wilde que la única manera de resistir la tentación es caer en ella. Por otro lado, siento un principio de melancolía, si esta propuesta sigue adelante, ante la inminente despedida de Albert Rivera, que me imagino que cederá sus trastos a Girauta, o a quien decida el partido, porque Albert Rivera lleva ya dos lustros al frente de Ciudadanos, a no ser que el descubrimiento de su medicina no sea aplicable a él mismo, cosa que sugeriría razonables dudas sobre los argumentos del prescriptor.

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