Fermín Bocos – En la cabeza de Rajoy


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

La política gusta de la ironía. De cuantos presidentes hemos visto desfilar por la Moncloa, al más hecho de premiosidad y prudencia es a quien le ha tocado bregar con la sedición del «Govern» separatista de Cataluña. Si algo tiene acreditado Mariano Rajoy en sus muchos años de mili política -se subió al coche oficial por primera vez cuando con apenas 26 años fue elegido diputado autonómico en Galicia-, es la adición a procrastinar las decisiones.
Para muchos es virtud emparentada con la prudencia, para sus detractores, insufrible compendio de dudas. Baltasar Gracián habría encomiado su tacto a la hora de no precipitarse. Con mucha más cercanía temporal y familiaridad, José María Aznar, el hombre que le escogió como sucesor en un gesto cesarista que nunca habríamos visto en el propio Rajoy, criticó en su día la tardanza en tomar decisiones a la hora de encarar el «problema catalán».
Me anticipo a la segura corrección del lector ante lo que acaba de leer. Le doy la razón: entre Gracián y Aznar, no hay analogía posible. Dicho sea a favor de la lucidez del clérigo aragonés. Y sin embargo, puede que la opinión del ex presidente Aznar refleje la opinión de muchos -puede que incluso, la mayoría- de los votantes del PP. Exasperados como se manifiestan en cartas al director y llamadas a las emisoras de radio, pidiendo a Rajoy mano dura con los separatistas.
La situación creada en Cataluña tras la forzada aprobación por el «Parlament» de la convocatoria de un referéndum y la llamada «ley de desconexión» es más fácil de analizar que de avizorar qué salida puede tener. En primera instancia, sin duda, pasa por cumplir y hacer cumplir las leyes constitucionales en vigor. Lo cual exige del Gobierno que preside Mariano Rajoy la determinación que no acreditó frente al sucedáneo de consulta del 9N (2014). Después vendrá la política.
Visto hasta dónde ha llegado el desafío al Estado de derecho, al Presidente del Gobierno no le queda más remedio que actuar. Tengo para mí que esta vez, lo hará. Cosa diferente es lo que pueda pensar en su fuero interno dada su templada naturaleza. Pero a un experto en enterrar a sus enemigos dentro del partido y a sus rivales fuera de él, no se le puede escapar que su futuro político depende de cómo resuelva el desafío del referéndum y el anunciado desacato del «Govern». Sabe, como todos, que se está escribiendo un capítulo de la Historia de España.

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