Fermín Bocos – Lo que está en juego


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

Más allá del temor a ser señalados por los vecinos, o en el trabajo, o por la muy humana tendencia a pasar inadvertido para no tener problemas, no es fácil dar con la clave capaz de revelar el porqué del silencio de los «otros catalanes». Silencio ante la que se les vendría encima en el caso de que los secesionistas pudieran coronar su meta separándose de España y proclamando la República catalana.
Ya sabemos que el Gobierno que preside Mariano Rajoy tiene dicho que eso no sucederá y también que los tribunales están tomando cartas en el asunto para que en cumplimiento de la ley, todos la cumplan. En eso confiamos millones de españoles a uno y otro lado del Ebro.
A través de los diferentes medios de comunicación que se editan fuera de Cataluña quienes se saben concernidos por el desafío separatista apoyan la unidad de España. Bien está qué así sea. Pero, y los ciudadanos catalanes que quieren seguir siendo españoles ¿dónde están? ¿por qué se les escucha poco y se les ve menos?

No hablo de los políticos unionistas. Los representantes en el «Parlament» de Ciudadanos, el PSC y el PP vienen dando la batalla y a pesar de la derrota del 6 de septiembre -obtenida con felonía por los separatistas-, salvan el honor de la institución. También es de justicia reconocer que hay unos pocos ciudadanos (profesionales, empresarios, algún periodista) que con valentía y riesgo dan la batalla en los periódicos de allí. Pero a quienes se echa de menos es a la mayoría. Notable según las encuestas pero que permanece en silencio. Que no sale a la calle. O que cuando lo ha hecho apenas consigue reunir un par de miles de personas. Un fracaso. Fracaso del que se jactan los separatistas que enfrentan su multitudinarias «diadas» como prueba de fuerza.
Ya digo que no es fácil dar con la clave capaz de explicar -que no justificar- la ausencia de respuesta a los separatistas en la calle por quienes son y quieren seguir siendo españoles. Esta vez el riesgo de ruptura es real. Esta vez lo que está en juego es todo. Nada menos que el ser o no ser de un viejo país llamado España.

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