Más que palabras – El árbol y las nueces


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

PREGUNTA.- ¿Cómo se enfrentan los alcaldes del PSC a las amenazas y coacciones de los independentistas?

RESPUESTA.- Los alcaldes del PSC están muy convencidos de lo que están haciendo. Su máxima responsabilidad es ser alcaldes de todos, salvaguardar y proteger los derechos de sus ciudadanos, y eso pasa por respetar la legalidad y no aceptar ningún hecho ilegal.
P.- ¿Hay que ser casi un héroe para no inmutarse si ves tu foto con una soga al cuello o insultos del tipo de charnego de mierda, idos de aquí?

R.- Amenazar, insultar, coaccionar es absolutamente inaceptable y espero que se trate sólo de casos aislados. De todos modos, no es de recibo que el presidente de la Generalitat anime a los ciudadanos a parar por la calle a los alcaldes socialistas para interpelarlos, porque no siguen sus indicaciones. Ese tipo de actos se le volverán en contra a Puigdemont. Los alcaldes socialistas ni se van a esconder ni se van a callar. Están protegiendo la democracia y el Estado de derecho, no se trata de que sean héroes -porque a nadie le gusta recibir insultos o amenazas- pero actúan con la convicción de que hacen lo correcto.
Este es un fragmento de una entrevista que le hice el otro día a Maritxel Batet, donde no ocultaba su preocupación, como la de todos los demócratas por la persecución que se está haciendo en Cataluña a los que ya se conoce como alcaldes de la ley. Su afirmación de que «ni se van a esconder ni nos van a callar» me recordó por un instante lo que decían los concejales y los alcaldes del País Vasco en los años oscuros, esos tiempos de plomo en los que ETA, HB y todo ese mundo hostigaba a cargos públicos utilizando la kale borroka para atemorizar. Es verdad que en el País Vasco las dianas terminaban con un tiro en él nuca o un coche bomba y en Cataluña no hay una banda terrorista detrás pero los métodos de amedrentamiento son los mismos.
Estos días ha aparecido en Lleida un cartel con las caras de los 14 ediles de que eran señalados por defender la Constitución con su alcalde Àngel Ros a la cabeza y un lema: «Assenyalem-los[Señalémoslos]». Arran, las juventudes de la CUP, han dado una vuelta de tuerca más en su campaña de intimidación a los alcaldes y concejales que se niegan a romper con la legalidad vigente, batasunizando la política catalana y copiando los métodos siniestros de los pistoleros.
Estos cachorros han copiado no sólo el odio sino el modelo de aquellos que Arzallus denominó, muy desafortunadamente, «los chicos de la gasolina». Se ponen capuchas, intimidan con pintadas, sacan cuchillos y además fanfarronean con lo similares que son a los violentos vascos. «La Kale Borroca es un elemento un movimiento inspirador igual que nos inspiran todos los movimientos transformadores del mundo», dicen para definirse y añaden que «la violencia está en el sistema no en lo que hacemos nosotros».
Pero más allá de lo que digan los jóvenes de la CUP sería absurdo pensar que lo que se está viviendo en Cataluña es cosa de un puñado de jóvenes violentos. La mano que está moviendo la cuna de todo esto es la de los políticos, que irresponsablemente cabalgan hacia un precipicio que no lleva a ninguna parte salvo a despeñarse. El mismo Puigdemont ha realizado un llamamiento expreso a los catalanes independentistas para que ejercieran presión sobre aquellos alcaldes que se negaran a participar en el referéndum ilegal y eso no es de recibo.
«Cuando desde la cima del poder alguien llama a la coacción contra el supuesto enemigo del pueblo, no puede escandalizarse luego ni de los efectos que su acción pueda desatar ni de ajustados parangones con el fascismo, cuyos principios activos no fueron otros que el nacionalismo y el populismo. Asistimos a una peligrosa unanimidad entre el oficialismo y la calle, entre una Generalitat autoexcluida de la ley y sus agitadores callejeros. La estrategia es compartida: intensificar la coacción sobre los resistentes de aquí al 1 de octubre para reducir al máximo la disidencia en el momento culminante del órdago al Estado. Por eso en Cataluña empieza a ser más apropiado hablar de resistencia que de oposición», se podía leer ayer en el editorial de El Mundo y yo suscribo el análisis.
El propio Arzallus decía aquello de que «unos mueven el árbol y otros recogen las nueces» manteniendo que había una coincidencia de objetivos entre su partido y ETA y avisaba de que el árbol había que sacudirlo sin romperlo para que las nueces fueran recogidas y repartidas». Aquello acabó como acabó con los etarras entre rejas y la victoria de los demócratas y en Cataluña como sigan plantando cara a la legalidad ocurrirá lo mismo. Pues eso que ni nos callan ni nos doblegan, porque la violencia no es ni el medio ni el fin y Puigdemont que agita las más bajas pasiones para protegerse y tapar la corrupción de su partido lo sabe. De ahí su huida hacia adelante.

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